Por: Rosalío Morales Vargas
Prohibido olvidar. Que la desmemoria no dibuje
un horizonte desolado y yermo,
que impida marchar junto a los condenados de la tierra,
a las que sufren opresión de cualquier tipo,
a quienes no disfrutan los días arrebolados de justicia.
No arrinconemos en el desván de las amnesias
a los excluidos de siempre,
a la legión famélica por el látigo del hambre
que pulula en un mundo
de indiferencia contumaz y artera.
No consintamos el extravío atrabiliario
de rufianes que lucran con el sufrimiento
de mujeres lanzadas al prostíbulo;
marchitada su piel y lozanía
en lupanares pestilentes de explotación y agobio.
Nunca olvidemos a las víctimas
que padecen la guerra y su inmundicia,
atormentadas por el hedor de un silencio nauseabundo,
que se desangran en la antesala de la angustia
laceradas por un puñal de sombras.
Rememoremos la aridez de las noches de aflicción
de las personas desplazadas de su patria
con golpes de fusil y el réquiem de las bombas,
los que sin rumbo fijo caminan en andrajos
amontonando su pesadumbre acongojada.
Las ansias de poder se confabulan,
mimetizadas entre cantos de sirenas
para colonizar las mentes somnolientas
y seguir dominando a su antojo
en un perverso afán de esquilmo desmedido.
Mas la raíz de la esperanza no ha sido cercenada;
ante el baldón se alzará la humanidad,
los parias del planeta de rebeldía henchidos
abrirán las prisiones del expolio.
Se incuban en silencio las revueltas.