Un breve cuentecillo para crear conciencia

Por: Profra. Rosa Cruz Ornelas Gómez

Año 2035, después de la tercera Guerra Mundial.

Un hombre y un niño de aproximadamente 7 años de edad, descendían por una rampa de concreto hacia unos edificios construidos en la entraña de montaña. Otras personas caminaban juntos a ellos; había minusválidos o con graves mutilaciones, algunos exclamaban admirados, ¡Un niño, un niño! El pequeño preguntó: -¿Papá, por qué me ven con curiosidad?

-Porque en estos tiempos es difícil procrear un niño. Somos una especie en extinción.

Llegaron a una gran sala en la cual un letrero decía: ARMAS Y ARTEFACTOS UTILIZADOS EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL.

Estaban replicados a una muy reducida escala, cada uno con su correspondiente explicación.

El niño miraba con curiosidad las armas ahí expuestas, pasaron a la siguiente sala con el consiguiente letrero, ARMAS Y ARTEFACTOS UTILIZADOS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

El niño, a medida que iba leyendo se acrecentaba su curiosidad. Cuando pasaron a la última sala, él ya iba predispuesto, pero no imaginaba ni remotamente la magnitud de las mortíferas armas que se encontraban allí expuestas.

Entrando, lo impresionó una enorme ojiva nuclear que impactante y omnipresente dominaba la sala con un letrero que decía:» ARMAGEDÓN NUCLEAR» y una detallada descripción de su increíble y letal poder de destrucción.

El pequeño, en extraño impulso del cual no pudo sustraerse, se acercó fascinado y deslizó un dedo tembloroso sobre la pulida superficie de la ojiva, luego lo retiró asustado como si lo hubiera picado una serpiente.

Le llamó mucho la atención los legendarios drones kamicases y el papel que desempeñaron en la guerra.

Entraron a una gran sala en la que pasaron un documental que se titulaba EL PLANETA ANTES DE LA TERCERA GUERRA MUNDIAL.

La pantalla se vió inundada de espectaculares ecosistemas, se veían escenas de frondosos bosques, con árboles milenarios y enormes cascadas que se desteñaban a gran altura, rompiendo su caudal en una lluvia de cristalinas aguas que corrían abajo formando riachuelos, escenas de una selva tropical, cuya exhuberante vegetación, como un retazo del paraíso con toda su extraordinaria biodiversidad de flora y de fauna, paisajes de la sabana en la que se veían los animales en su hábitat natural en completa libertad en toda su majestuosa y salvaje belleza, escenas del desierto con su singular belleza, con sus interminables dunas de arena dorada, no faltaron los paisajes del océano en toda su inmensidad, a veces en aguas tranquilas y trasparentes, o en otras, en aguas bravas que rompían en olas coronadas de espuma contra imponentes farallones.

Así, sucesivamente el niño miraba todo extasiado, de pronto, se emocionó al ver grandes y modernas urbes en la que una gran multitud de personas enabigarrada mezcla de razas y colores convivían pacíficamente.

Para finalizar, pasaron una sencilla escena familiar en la que unos padres contemplaban a dos niños que jugaban en el jardín con su mascota.

Al salir de allí, les entregaron una gran caja con estuchitos que contenían unos malvaviscos en forma de bastoncitos de colores con su correspondiente instructivo.

El padre, en tono solemne le explicó al niño.

-Hijo, hoy cumples 8 años, para el Estado ya eres un ciudadano, con derechos y obligaciones, a partir de ahora debes acudir cada año a este MUSEO DE GUERRA, es un requisito para que tengas derecho a tu tarjeta de suministros alimenticios y señaló la caja.

Todo esto para que se tome conciencia de un antes y un después y la humanidad no se olvide, y jamás se vuelva a embarcar en esa loca aventura que es la guerra.

-Vamos, es punto de mediodía y tu madre nos espera a comer.

Se colocaron la máscara con filtro y salieron a la penumbra neblinosa y tomaron un taxi aéreo, cuyos faros del vehículo iluminaban tramos de profundas barrancas, trozos de tierra devastada, estéril, desnuda de árboles e incrustados en la montaña algunos asentamientos humanos.

El padre preguntó al pequeño, ¿Te gustó el paseo, hijo? El niño contestó emocionado.

-¿Papá, te fijaste que allá en la sala del cine nos pasaron una escena en que unos niños jugaban con su perrito al aire libre y el cielo era azul y el sol brillaba?

-Si, lo recuerdo.

-¿Así era antes?

-Sí. (Contestó con tristeza el hombre).

El pequeño, con los ojos muy abiertos rememoró la escena, luego los cerró con fuerza y una lágrima espontánea quedó atrapada en sus pestañas.