«El trabajo y el cuidado de las mujeres indígenas son el pilar de la resistencia»: Quinto Foro del ciclo Diálogos de Resistencia por los 25 años de Consultoría Técnica Comunitaria

Mujeres de las comunidades de Bosques San Elías Repechique, Huitosachi, Santa Tulita y Tehuerichi narraron las cotidianidades de sus vidas y de cómo se desarrollan las economías comunitarias que sostienen la lucha por los derechos de sus pueblos

Chihuahua.- Las mujeres de las comunidades indígenas son artesanas, agricultoras, hijas y madres de familia: ellas también luchan por los derechos colectivos de los pueblos y comunidades indígenas de la Sierra Tarahumara. En el Foro 5 del ciclo Diálogos en Resistencia, celebrado por el 25 aniversario de Consultoría Técnica Comunitaria, las participantes narraron cómo es la vida cotidiana de los pueblos en lucha contra el despojo de su territorio y la violación a sus derechos.

Fue en el Auditorio de Negocios y Humanidades del Tec de Monterrey, donde María Monarca de Huitosachi, Sofía Fierro de Repechique y Florentina Ayala, de Santa Tulita, hablaron de cómo las mujeres son un pilar para la resistencia de los pueblos indígenas y la defensa de sus derechos. También se contó con la presencia de María Candelaria González Palma, de Tehuerichi, como moderadora, quien también compartió parte de su historia.

María Monarca narró cómo las mujeres rarámuri desarrollan sus actividades cotidianas, principalmente cuidar a los hijos, cocinar y las tareas del hogar que son indispensables para que las familias puedan vivir. Sin embargo, las mujeres rarámuri destacan por sus habilidades como artesanas, actividad que les exige también gran parte de su tiempo y que es parte importante para el sustento familiar.

Por su parte, Sofía Fierro, narró cómo las mujeres han tenido que aprender a realizar tareas que tradicionalmente las realizaban los hombres, particularmente en la agricultura, pues muchas veces los hombres realizan tareas de defensa y lucha por el territorio y los derechos comunitarios, lo cual no les da tiempo para trabajar la tierra.

El trabajo de la siembra es duro y con la escasez de las lluvias, se ha vuelto más complicado, narró la participante. También explicó que el conflicto legal por el territorio ancestral de la comunidad les impide desarrollar otros proyectos económicos relacionados ver con el turismo, lo cual les ha cerrado una puerta importante para la generación de riqueza para la comunidad.

En otros casos, las comunidades son tan pobres y hay tan pocas posibilidades, que la gente migra para trabajar en la pizca el chile, el tomate, la cebolla o la papa, según explicó Florentina Ayala. Esto es complicado, pues deben alejarse de sus familias y lugares de origen y viajar cientos de kilómetros, dormir en hacinamiento o sin las condiciones mínimas que garanticen una vida digna.

El trabajo de la pizca también ha complicado la situación de las comunidades a nivel social, puesto que, al ir a trabajar a los campos agrícolas se tiene acceso con más facilidad a las bebidas alcohólicas y esto hace que se enganchen con su consumo. Estos hábitos aprendidos en los centros de trabajo ponen en jaque a las comunidades, pues no saben cómo abordar las situaciones que derivan del alcoholismo.

También se indicó que hay pocas medidas de seguridad y protección para las y los jornaleros, así como la ausencia de guarderías y lugares seguros para niñas y niños, lo que les obliga a llevarles a los campos de trabajo, poniendo en riesgo su seguridad.

Estas situaciones se sobrellevan tan solo por la grande necesidad que las familias tienen para obtener un sustento y llevar el alimento a la mesa. Sin embargo, las comunidades indígenas están conscientes de que hay violaciones a sus derechos y oportunidades negadas en cuanto al desarrollo económico.

En medio de la adversidad, la lucha por el reconocimiento y respeto a sus derechos colectivos como pueblos indígenas, así como los laborales, las mujeres indígenas se enfrentan a las dificultades para garantizar que la comida, el amor y los cuidados estén presentes en casa.