Los que se olvidan de su origen

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid

Cuando se olvida el origen comúnmente las personas pasan al estatus de irreconocibles, pues llegan al absurdo incluso, de desconocer los motivos, circunstancias y fines por los cuales llegaron a donde están.

En el ámbito laboral y político sucede a menudo que dirigentes, funcionarios, representantes populares, superiores jerárquicos y en general algunos que, ocupando espacios de decisión y mando, pierden el piso; la altura, aunque sea del tamaño de un bloque de concreto, les hace percibirse como autoridades que a nadie se deben, a nadie tienen que rendir cuantas, a nadie se obligan a brindan explicaciones.

Independientemente de la forma en que hayan llegado al espacio que ostentan, ya sea el caso de directivos escolares, por ejemplo, que hayan llegado mediante examen, funcionarios que salieron electos producto de concursos o políticos que fueron favorecidos por la confianza popular, ninguno, bajo algún pretexto está facultado para actuar sobreponiendo conductas contrarias a la naturaleza de sus funciones y menos a la dignidad de la gente, representados o ciudadanos que están bajo su jurisdicción.

Antaño se creía que la ocupación de los distintos puestos de dirección y decisión estaría bajo buen recaudo por el solo hecho de que quien los encabezara proviniera del mismo gremio, de la misma profesión o de la voluntad del pueblo, lastimosamente esto no resultó una condición obligatoriamente verdadera. Existen infinidad de casos en los que los atropellos e injusticias son perpetradas por aquellos que surgidos de la base o del pueblo, se convierten en los principales verdugos de su personal en particular o de la sociedad en general.

Cuando se olvida el origen se reniega hasta de los amigos y conocidos, el ego, la soberbia y la megalomanía se convierten en formas y fondos en detrimento de la actividad propia. Se deja de escuchar, se cierran los canales de comunicación asertiva y se pierde la necesaria empatía para comprender realidades o para recomponer el camino.

Cuando se olvida el origen existen muy variadas formas, educadas y decentes, de hacerles ver que el rumbo está perdido pero más perdidos estarán quienes no escuchen el clamor comunitario.

Y si los rebasan por el otro carril será su propia condena.