El día que nos toque…

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid 

¿Cuántos de nosotros nos hemos puesto a pensar cómo será el último día en que estaremos en las aulas de una escuela?

¿De qué forma enfrentaremos el inexorable paso del tiempo al llegar el día que debamos despedirnos del sublime proceso de enseñanza-aprendizaje? ¿Del momento preciso en que debamos decirle adiós a nuestras actividades administrativas, directivas o de supervisión?

Cuando recién se inicia en el maravilloso mundo magisterial, son pocos o quizá nadie los que se imaginan o visualizan que llegará el instante en que el maravilloso arte de enseñar, educar o guiar dentro de una institución educativa tiene fecha de caducidad, quizá se esté en lo correcto al no verlo ni contemplarlo al inicio puesto que las prioridades son otras, pero con el paso del tiempo la mente vuela y la imaginación hace lo suyo.

Pasar a las filas de los jubilados o pensionados no tengo duda que es un paso además de importante en la vida personal y familiar, es un parteaguas en la conceptualización del futuro y una etapa esperada, deseada y disfrutada al máximo,  no obstante, lo placentero de esa  nueva realidad entra en conflicto con las añoranzas de la vida activa, de las risas, sonrisas, particularidades, alegrías, sazones y desazones de la vida laboral.

Imaginar, idealizar o soñar en el cómo recordarán los alumnos y compañeros a quienes, al caer las hojas del calendario, dejarán de recorrer las aulas, los pasillos y los anexos de las escuelas es un asunto que invade, que llena de nostalgia, que llama a la reflexión, que transporta a otras dimensiones y ubica en la justa medida la loable labor que por años se tradujo en miles de vivencias y experiencias.

Bienaventurados son los que concluyen su etapa laboral magisterial gozando y disfrutando hasta el último  timbre, quienes se retiran con la enorme satisfacción del deber cumplido con creces, quienes serán recordados en cabal reconocimiento a su grata y productiva presencia al interior de las cuatro paredes destinadas al proceso de enseñanza-aprendizaje.

¿Cómo nos gustaría ser recordados? ¿De qué forma nos complacería retirarnos? Muchos pueden coincidir en que simple y sencillamente en que cuando ya retirados y nos encontremos realizando las actividades diarias o cotidianas escuchemos exclamar a los exalumnos, resaltando con orgullo “Ese profe me dio clases”, será suficiente para resumir el trabajo ralizado.

Si aún no nos hemos puesto a reflexionar sobre esta implacable realidad de la jubilación, sea que falte mucho o poco, siempre será un buen momento para guiar nuestra labor, para modificarla o confirmarla y así esperar gustosos el día que nos toque.