Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz
Pocos mensajes del secretario de Educación habían generado tanta expectativa como el que realizó el pasado 3 de agosto en la conferencia presidencial matutina. El anuncio principal, además de aludir a la fecha de inicio del ciclo escolar y su modalidad a distancia, fue la concertación de una alianza con cuatro cadenas televisivas de alcance nacional, lo que permitirá, solo por ese medio, llegar a más del 90% de las familias mexicanas, aunado a otras vías que, según el optimismo de las autoridades, harán posible un acceso prácticamente universal a la educación remota. De acuerdo a lo expresado por el secretario y el mismo presidente de la República, se infiere que en esta ocasión la televisión tendrá un papel con mucho mayor protagonismo que la edición pasada de la estrategia Aprende en casa.
Si bien no se pretende minimizar el acuerdo con las televisoras, tampoco sería adecuado maximizar su importancia: seguramente contribuirá a solucionar el importante problema de acceso a la oferta educativa, pero nada más. Debe decirse que el problema de la educación a distancia va mucho más allá del acceso a un dispositivo. En la edición pasada de Aprende en casa, algunos de los programas televisivos mostraron deficiencias importantes en términos didácticos: enciclopedismo, saturación de preguntas y respuestas al alumnado, mal uso de las explicaciones, incumplimiento de los enfoques de enseñanza, etc. No es casualidad que muchos docentes hayan desdeñado su uso. De manera alarmante, estos aspectos no han sido mencionados en los discursos de las autoridades educativas. ¿Se espera un cambio significativo en la calidad de los programas educativos por televisión? Es una incógnita aún.
Durante el ciclo escolar pasado, la televisión, erróneamente, trató de abarcar la mayor parte de los contenidos escolares. En el pecado llevó la penitencia. La experiencia dejó como moraleja que es necesaria una selección muy cuidadosa de los aprendizajes que se buscan desarrollar a través de la pantalla, pues no deben ser ignoradas sus evidentes limitaciones: sería inútil tratar de abordar contenidos que requieren forzosamente de interacciones presenciales con materiales didácticos, compañeros o maestros, o incluso que necesitan varias sesiones para afianzarse. Para evitar que el alumno se convierta en un simple depositario de un concepto o un dominador mecánico de alguna habilidad, se insiste en la cuidadosa elección de los aprendizajes a desarrollar. En ese sentido, la expresión del presidente de la República, en torno a que los alumnos aprenderán “igual que si fueran a la escuela” resulta por demás preocupante, justamente por aludir a uno de los problemas pedagógicos más importantes de la experiencia pasada: buscar transferir la dinámica escolar al hogar.
Tras la conferencia, da la impresión que fueron ignoradas diversas posturas críticas en torno a la estrategia educativa a distancia del ciclo anterior. En este sentido, hubiera sido conveniente, antes de la presentación de la segunda edición de Aprende en casa, un análisis exhaustivo del primer ejercicio. En esta labor sin duda habría sido relevante la participación de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), para que, en su función de conciencia crítica del sistema educativo, emitiera alguna valoración de aspectos puntuales de la experiencia educativa a distancia, máxime cuando ya transcurrieron más de dos meses del fin del primer ejercicio de la estrategia.
Salvo el mayor alcance televisivo, no se advirtieron en el mensaje del secretario de Educación modificaciones sustanciales en torno a la oferta educativa a distancia, pese a que dispuso de varios minutos para poder al menos mencionarlas. Ya en conferencia vespertina, cuando una reportera pidió su valoración sobre la primera edición de Aprende en casa, el secretario se limitó a mencionar las cifras de docentes capacitados (habría que revisar la naturaleza de tal preparación), los millones de cuentas de correo electrónico creadas y el alto porcentaje, según sus fuentes, de comunicación entre alumnos y docentes: lo pedagógico, parece, ha pasado a segundo plano. Ojalá, en el tiempo que queda para arrancar el ciclo escolar, que es poco, se pueda preparar adecuadamente, poniendo énfasis en lo pedagógico, una experiencia que se vislumbra incluso más complicada que la anterior.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85