Por: Rosalío Morales Vargas
No en todas partes es igual la navidad.
Entristecen y duelen estos días
cuando se invoca el regocijo y la esperanza,
cuando paz y ventura se pregonan,
pero en algunas latitudes como en Gaza,
tenebrosas se ensañan la sombra y la aflicción.
Son lúgubres y agónicas las horas,
perecen por millares los niños indefensos,
ultimados con ráfagas de funestos cuervos,
de halcones asesinos de crueldad ahítos,
empujados por ansias insaciables
de poder, ambiciones y conquistas.
Tras la tregua devino la debacle,
continuó el asedio y la matanza.
En los tiempos vacíos,
desde cloacas inmundas rebosantes,
se derraman los odios ominosos
en los naufragios anegados por el llanto.
En vez de abrazos, proyectiles,
los racimos de bombas de regalos,
la desnuda intemperie cual hogar,
un obsequio la guerra despiadada,
las lágrimas lavando las heridas,
de vianda el aguijón del hambre.
Palestina invadida,
desesperado grito,
epicentro de angustia,
herida con esquirlas de perenne sufrimiento,
arrasada por aluviones de racismo
y aviesas intentonas coloniales.
No puede el mundo contemplar sin inmutarse
el desamparo, la orfandad, la pena;
no puede consentirse la abyección y el genocidio
en la molicie de los nichos de confort,
no se puede quedar la humanidad
impávida ante la barbarie ignominiosa.
A lo lejos se yergue otro horizonte
y tarde que temprano
una nueva alborada surgirá de las tinieblas,
la mezquindad y la codicia no tendrán cabida,
las niñas y los niños gozarán su infancia
y en alegría celebrarán la navidad.