San Antonio

Rosalío Morales Vargas

Otra vez la tristeza atenazando la garganta
por otro adiós roído por la saña,
en caminos inhóspitos e inciertos horizontes
de exilio y desarraigo,
de incuria y abandono.
Un clamor de estiletes se ha clavado
en las almas vestidas de silencio
por amargos sabores de ruindad.

Pensadas como mercancías
en el lenguaje de ganancia y rendimiento,
las personas migrantes dejadas al garete,
abandonadas en las marismas del olvido,
truncada la esperanza,
transformado en tragedia su «sueño americano».
Queda tan sólo el epitafio gris
de la quimera del progreso horadada por gamberros.

Es un crimen de lesa humanidad,
el negocio voraz y desalmado,
que rampante se yergue
en las pesadas dunas del destierro
y el verano asfixiante de la ausencia.
Aflige el tráfico de seres desvalidos
lo mismo en San Antonio que en Melilla,
lo mismo en el Río Bravo o el Mar Mediterráneo.

Sobre las ruinas nauseabundas del dinero
y los aciagos días del rechazo,
emergerá sin duda otra melodía
que borre el cruel pasado de infamias y vilezas
y que por fin, los hombres y mujeres
de todos los colores y creencias
se abracen en navíos igualitarios,
y no haya nunca más, extranjeros en la tierra.