Por: Rosalío Morales Vargas
La frágil tregua sucumbió al encono,
feroz se reanudó el bombardeo,
desparramando muerte
y esparciendo dolor y sufrimiento
sobre la atribulada Gaza.
Sin fulgor los crepúsculos,
golpeados por el odio los amaneceres,
en agobio palmeras melancólicas
hunden con fuerza sus raíces en la tierra,
devastada por años de ceniza.
A los mastines poco les importa
el grito airado del planeta entero,
que al viento lanza imprecaciones al asedio
y contempla impaciente la masacre,
al filo del invierno desolado.
Martillea la ausencia de piedad
en el atardecer sombrío,
exiliadas las risas y los juegos,
se descuelgan las lágrimas profusas
en el huraño ocaso taciturno.
La humanidad pasmada
no acierta comprender
que aviesos intereses del mercado,
empujen la expulsión de palestinos,
de su suelo, horizontes y olivares.
No se habrá de encubrir a los sionistas
con una manta de sabor a olvido,
la tormenta de fuego un día la detendrán
las manos en tensión de muchos pueblos,
que construirán unidos la victoria.