Callar al magisterio

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid 

Muchas veces sentenciados por sus convicciones y creencias, desde tiempos ancestrales existieron hombres y mujeres víctimas de la crueldad, la sinrazón y la intolerancia de personajes, que, carentes de la más mínima señal de inteligencia los condenaron a penas inimaginables en la época actual.

Rechazados por la inquebrantable lealtad a sus ideales, con espíritu de lucha, catalogados como rebeldes o agitadores sociales, incluso maestros y maestras en toda la extensión de su profesión, formaron parte del rechazo oficial al mantener firme su alma guerrera.

En tiempos convulsos, de carencias, injusticias y cero dignificación, son los y las maestras quienes representan un eslabón de la cadena de voces que pueden exigir el acceso a la justicia para sí mismos, para sus semejantes y para la sociedad en general.

Enmarcados en el irrestricto respeto a las instituciones y organizaciones legal y democráticamente electas, a quienes piensen diferente, a quienes no coincidan con las demandas, al ciudadano común que no comprenda sus expresiones, siempre conscientes de sus actos, es un deber magisterial inherente a sus propia formación y vocación ser punta de lanza para las exigencias y peticiones, porque nadie mejor que la fuerza magisterial para tener el pulso y la radiografía social y económica de la realidad actual.

Incluso, dentro de las propias instituciones educativas pueden existir diferendos, sentimientos de injusticias que rayen en las humillaciones entre los superiores jerárquicos y sus compañeros y ni ahí, bajo ninguna circunstancia debe permitirse el sometimiento, el temor, las amenazas ni chantajes disfrazados de órdenes superiores; cuando cada quien asuma de manera responsable, comprometida y ética las funciones y atribuciones que les correspondan, es con valentía cuando debe emerger el espíritu de combate al comprobar acciones que se salen del marco moral y normativo.

Porque la génesis guerrera heredada desde la cuna, sembrada en el nivel básico y cosechada en las escuelas de nivel superior son el arma perfecta para, atendiendo a la razón, la inteligencia, prudencia y mesura, pero de manera firme y decidida generar los cambios que logren mejorar las condiciones sociales, generales, colectivas. ¿Callarlos? ¡Que se vuelva imposible!

A los y las docentes activos y jubilados que cultivan la conciencia social, mi reconocimiento y agradecimiento; en estas épocas el fruto obtenido debe y puede hacerse evidente.