Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Han pasado infinidad de generaciones por las aulas de las distintas escuelas normales, por sus pasillos ha caminado miles de estudiantes, aspirantes todos a docentes, sus egresados inundan las diversas instituciones educativas del país, sin embargo, hay quienes aún cuestionan la utilidad de su existencia.
Regresar al origen de su instauración parece que no es aplaudido por algunas voces que ven en las normales el “caldo de cultivo” para las insurrecciones, para la protesta, para el ataque a priori a los gobernantes y dirigentes.
Las instituciones formadoras de docentes, ante las constantes agresiones a su estructura, filosofía y concepto desde las altas esferas se erigen como la el nicho creativo de una cultura basada en la justicia y la equidad; sus estudiantes no exigen menos.
Siempre a la par de sus estudios para convertirse en profesionales de la educación, los y las estudiantes normalistas son formados en una cultura democrática, en la conceptualización de una equitativa dinámica social, de empatía con el desprotegido, de defensa de los vulnerables y agredidos, por eso no es de extrañar el espíritu combativo sembrado por sus maestros desde el interior de las cuatro paredes áulicas.
Perder de vista que las instituciones formadoras de docentes no son para replicar estatus de control y dominación agrede al espíritu normalista y por el contrario, éstas representan el anhelo de maestras y maestros comprometidos con su comunidad y con el espectro geopolítico de un estado y del territorio nacional; reducir su influencia a solo “maquilar” empleados al servicio de la educación, transgrede la génesis de su nacimiento.
Admiro y reconozco el resurgir del alma normalista sembrado por el cuerpo docente que con responsabilidad y entereza, les inyectan el adictivo elixir de la llama combativa ante las injusticias sociales, aplaudo regresar al origen remembrando los actos de exigencia de trato digno a que nos tenían acostumbrados las guerrilleras Normalistas de Saucillo, de la Experimental Miguel Hidalgo de Parral, de los y las de la extinta Salaices, de la del Estado Luis Urías Belderráin. Nunca la genuina y natural búsqueda de mejores condiciones será condenable.
Las escuelas normales están formando y han formado profesionales exitosos, formando gente capaz, docentes basados en una cultura institucional pero de respeto a sus derechos, formando ciudadanos comprometidos con su entorno y eso, quizá a algunos no les agrade pero es lo que debe ser.