Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
En lo que ya parece un perverso ciclo de agravios para los trabajadores pensionados y/o jubilados, la incertidumbre de saber la fecha del merecido pago del aguinaldo sigue vigente.
Dejarlos hasta el final de la línea de programación, representa no solo el desdén con el cual son vistos, sino una real bofetada y falta de reconocimiento a lo que por tantos años hicieron en pro del Estado o la Federación.
Es lamentable leer en las redes sociales el que muchos de ellos pregunten sin cesar si alguien sabe algo respecto a cuándo se realizarán sus respectivos depósitos y lo peor es que no haya una respuesta ya no solo satisfactoria sino lógica sobre el porqué de los retrasos.
La repartición de culpas sobre esta infame situación queda de lado ante el ominoso hecho de que su dinero no llega en tiempo y forma; la determinación de realizarlo es total y absolutamente administrativa de parte del personal que le corresponden dichas funciones, punto.
Hace falta empatía, mucha empatía, ponerse en los zapatos de miles de personas que ocupan sus prestaciones y que los dejan en la zozobra; los recibos no esperan, las cuentas llegan puntuales y los compromisos adquiridos agobian tanto como para suponer que puede pagárseles “en cuanto se pueda”.
Cuando se perciba la angustia, cuando se palpe el sentir y la desesperación de tener que cumplir con un asunto económico por parte de los beneficiarios, se tendrán en realidad funcionarios humanos, mientras la comodidad de los mullidos sillones de las cálidas oficinas no hagan mella en ellos, las cosas seguirán igual o quizá peor.
La esperanza es la última que muere, por ello esperemos que en este nuevo año las cosas cambien para bien y a todos y todas se les dé el justo valor por sus servicios prestados.