Por: Delma Cecilia Martínez Muñoz
No se puede entender el género y la perspectiva de género si no es a la luz de la teoría feminista que se enmarca como las ideas conjuntas en torno a criticar los valores y estructuras patriarcales sobre las cuales se cimentaron las sociedades.
Es necesario iniciar con la descripción del primermovimiento feminista conocido como la Primera Ola, el cual establece como principio fundamental la lucha conjunta de mujeres por sus derechos, se gesta la idea de la mujer a la integración de la sociedad. Son las pensadoras Olimpia de Gouges con su texto La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (documento que le cuesta la vida) y Mary Wollstonecrafty su obra titulada La Vindicación de los Derechos de la Mujer, los documentos más destacados de este movimiento. (Varela & Santolaya, 2010)
A pesar de la persecución de la época, las mujeres aprovecharon el momento histórico brindado por el siglo XX, que ante la necesidad de mano de obra por las crisis entre guerras, les solicitó incorporarse al mercado laboral en las fábricas e incluso asumiendo labores y roles asignados anteriormente a los hombres. Lo anterior permitió que la causa feminista se renovara a través de los movimientos sufragistas, conocida también como la Segunda Ola. (Varela & Santolaya, 2010)
El movimiento sufragista, es indudablemente el movimiento revolucionario más importante para los derechos de las mujeres que se asumen como ciudadanas por primera vez en la historia. Sin embargo,las crisis de la posguerra volverán a las mujeres a sus hogares y con ello la lucha que había iniciado por la conquista de los derechos, sufre un retroceso. Es entonces cuando Simone de Beauvoir escribe su libro El segundo Sexo, con postulados como: “No se nace mujer, se llega a serlo” y desata nuevamente el debate del papel de la mujer en la sociedad. (Varela & Santolaya, 2019, pág. 103)
Aparecen además muchísimas filósofas, antropólogas, abogadas, etc. que comienzan a cuestionar el sistema patriarcal, pero ahora desde la visión de la opresión de la mujer por su condición biológica, lo que será el primer esbozo de los estudios de género.
La lucha por la conquista de los derechos no ha detenido su marcha y con ella los inicios para concretar los Estudios de Género (EG) y desentrañar la Perspectiva de género, es por ello que derechos de las mujeres y teoría de género caminan históricamente de la mano, consolidándose y fortaleciéndose desde la academia, las leyes y la lucha en las calles.
En los avances por los derechos de las mujeres, se genera un primer núcleo conceptual para poder discernir la protección internacional de las mujeres que consistió en la separación teórica del “sexo” y el “género”. Estableciendo que el primero hará referencia a las características biológicas, mientras el segundo como ya lo postulaban las grandes feministas, hará referencia a las concepciones socioculturales, de lo que consideran las características determinadas para ser un hombre o una mujer, en un momento histórico. (Tramontana , 2002, vol. 53).
Es aquí donde se puede hacer un claro deslinde de los Estudios de Género y la Perspectiva de Género (PG) como una herramienta política de lucha por los derechos de las mujeres, pues la PG implica hacer visibles las desigualdades históricas en todos los órdenes de la vida entre mujeres y hombres, pero no solo hacerlas visibles, sino generar mecanismos para contrarrestarlas.
Bajo esa supuesta simple diferenciación de conceptos, se regula todo un postulado epistemológico que traerá consigo las bases legales de los derechos de las mujeres y el entendimiento del patriarcado como un sistema de opresión. Referidos en primer término a los fundamentos legales, pues son ellos los que desatarán en cascada la perspectiva de género en todos los espacios de orden gubernamental en México y el mundo.
Aunque los documentos anteriores son la base de la perspectiva de género como un concepto político, el documento rector que pone al género como un instrumento base para producir iniciativas destinadas a dar respuesta a las problemáticas que emanan de dicho concepto, es el creado en 1979 por la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) que fue detonando una serie de políticas internacionales en materia de visibilización de las violaciones de los derechos humanos de las mujeres en todo el mundo, basadas en las diferencias biológicas y que traían consigo fuertes desigualdades históricas y estructurales a causa de la estereotipación por razones de género. (Tramontana , 2002, vol. 53)
El logro anterior, dio como resultado poder establecer que los derechos de las mujeres pueden ser violados en múltiples formas por el simple hecho de ser mujeres, pensamiento que emana de la teoría feminista contemporánea, pues a pesar de que existen los Derechos Humanos, siempre son aplicados desde una visión masculina que toma como medida de lo correcto a los hombres. (Tramontana , 2002, vol. 53)
La transversalización de la perspectiva de género a nivel internacional en todas las políticas internacionales y nacionales, se supone se consolidó en la Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos, que tuvo lugar en Viena en 1993, donde se proclamó que los derechos humanos desde la igualdad de condiciones de la mujer, debía incluirse en las principales actividades de las Naciones Unidas, lo que dio paso a la IV Conferencia Mundial Sobre la Mujer, situación que había hecho permear la perspectiva de género en los órganos y agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), abordando ya diversas temáticas más complejas que la que le había dado origen, pues surgieron conceptos como discriminación por sexo, violencia de género y protección de la maternidad y de la salud.(Tramontana , 2002, vol. 53, pág. 146)
El análisis anterior desde la visión del derecho, resulta absolutamente necesaria, pues es a través de políticas internacionales que se logra abrir una brecha en las políticas públicas mexicanas, específicamente en el ámbito de la educación que desde esas fechas ratifica leyes en favor de niñas y mujeres, incluyéndose por supuesto el sistema educativo dentro de las políticas públicas con perspectiva de género, donde el ideario era coaptar los espacios del poder a través de la creación de leyes que irrumpan el orden heteronormativo, patriarcal y opresor, desde la visión de los derechos humanos, privilegiando la dignidad de todas las personas como mecanismo de lucha.
Sin embargo, dichas leyes quedaron enmarcadas en los discursos políticos y no los hechos, la educación tradicional que replica los modelos patriarcales, con programas centrados únicamente en la reproducción del sistema hegemónico continúan, pues considerar que con la mera creación de leyes se derroca un sistema opresor instituido e invisibilizado de manera histórica, resulta inocente, puesto que el sistema patriarcal también domina, ejerce y ejecuta desde las élites de la ley.
Ante este panorama de naturalización de un sistema de desigualdad, violencia y opresión, la perspectiva de género se ha edulcorado de tal manera que se piensa que con tan sólo haberla escrito someramente en un artículo tercero constitucional o integrarla en un programa educativo esta será ejecutada, sin cuestionar la cultura patriarcal dominante, entonces únicamente se está cumpliendo el requisito de subirse a las políticas públicas internacionales y sus exigencias.
Situación por demás incorrecta y peligrosa, pues enmascara y pretende hacernos creer que las mujeres hemos sido integradas y tomadas en cuenta, cuando en realidad no es así, ya que el feminismo y la perspectiva de género son una forma de vida y como tal exigen de quien las imparte y de quien la recibe, una modificación en sus prácticas de relacionarse con las y los otros, una deconstrucción personal de cómo se vive al interior y al exterior, el patriarcado, el machismo, el sexismo, la misoginia, la colonización espiritual y todas las prácticas relacionadas con el sistema, así de cómo lo hacemos extensivo en nuestra vida cotidiana y además laboral, situación que no se adquiere con que aparezcan mágicamente las palabras perspectiva de género en documentos oficiales o programas escolares.
¿Qué queda entonces ante este panorama desalentador de la simulación y ante la embestida de este sistema de muerte en donde uno de los sexos es condenado a la opresión? Queda indudablemente una educación basada en el feminismo y la perspectiva de género como una herramienta de análisis y lucha política, queda la exigencia de una educación que integre a las mujeres a su historia, que desmitifique el feminismo y lo analice como la teoría política, filosófica que es y no solo implicará entender las desigualdades históricas entre mujeres y hombres, sino analizarlas desde la visión de la lucha de clases y raza, así como entender los mecanismos de legitimación del sistema capitalista, en donde por supuesto la educación, las escuelas, las y los maestros y en general el sistema educativo tiene mucho que ver.
En el proceso de hacer visible la opresión patriarcal, no se puede desestimar que la escuela es un espacio de poder, pero también de réplica de las prácticas discriminatorias y desiguales hacia niñas y mujeres, por tanto, si como maestras y maestros no se reflexiona sobre las relaciones de poder patriarcales que se ejercen en las prácticas pedagógicas y no se cuestionan los estereotipos y roles establecidos de género, así como los programas educativos, de manera ineludible se caerá en un mero trámite discursivo, en la mera inserción de un discurso hueco que pretende la simulación bajo un ala supuestamente derechohumanista pero que se enraiza en postulados eminentemente conservadores.
Es por ello que en este artículo se pretende anunciar para denunciar, la falaz aplicación de la perspectiva de género en las políticas educativas de México, la cual no permite generar cambios estructurales en las relaciones de poder entre mujeres y hombres para su emancipación.
Aunque faltan muchas cosas por desentrañar en el análisis del género como teoría, de la perspectiva de género como herramienta política y del feminismo como generador de cambio en las relaciones de poder, debemos construir una pedagogía que considere todos estos aspectos como algo vital en el análisis de las discusiones de los discursos en espacios educativos, en los Consejos Técnicos Escolares, etc. pues a medida que los estudios de género y el feminismo se conviertan en una herramienta de análisis teórico que permita deconstruir el patriarcado imperante, se podrá visibilizar de forma holística los problemas violencia que aquejan a la sociedad mexicana.
Las cátedras de feminismo, estudios de género, construcción de pedagogía feminista, son una deuda histórica que la educación tiene con las mujeres, niñas y adolescentes de México, más aún siendo la docencia una profesión feminizada, que no cuestiona la opresión del sistema patriarcal del sindicato, de los espacios de poder, su doble jornada y sometimiento a las tareas del hogar y crianza, el dominio sobre el cuerpo, la construcción de la sumisión como forma de relacionarse y la construcción de la violencia, así como la dependencia económica como forma de control, y la cosificación y abuso del cuerpo como una producción del placer…
Es tiempo entonces de que la pedagogía vuelque su mirada a las mujeres construidas en el barro patriarcal, no solo para sanar la relación que se tiene consigo mismos y mismas, sino con las y los otros, entender que, a lo largo de las diversas luchas históricas, independencias, revoluciones, es la mujer la que ha quedado al margen de la emancipación y los derechos, construyendo siempre su emancipación de manera alternativa a través de las luchas feministas. No podemos cerrar más los ojos ante las cifras de feminicidios, violaciones, abusos sexuales, violencia de género que nos golpean en la cara, no se debe hacer caso omiso ni por parte de las Instituciones Educativas ni gubernamentales a esta problemática que exige resolución inmediata.
Es por ello que las y los docentes debemos asumir la responsabilidad histórica que tenemos como magisterio, el papel de formar personas desde un espacio libre donde la emancipación sea un principio fundamental y no se puede entender, ni pensar la emancipación, si una de las partes que conforma más del cincuenta por ciento de la humanidad, sigue estando sometida.