Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz
El plan de estudios de educación básica surgido en 2017 contemplaba una vigencia mínima de doce ciclos lectivos, en los cuales egresaría “una generación completa de educación básica, diez generaciones de preescolar, siete de educación primaria y diez de secundaria” (SEP, 2017, p. 16). A mediados de ese lapso, se proponía la evaluación del plan de estudio y, en su caso, su rediseño, con base en los resultados de las generaciones que hubieran concluido cada nivel educativo bajo el plan mencionado. Como se observa, las aspiraciones eran de largo alcance. No obstante, se toparon con un muro que, desafortunadamente en la vida pública nacional, resulta ineludible: los cambios en el gobierno. La implementación del plan de estudios se detuvo, a pesar de que para el ciclo escolar 2019-2020 ya estaba planeada su generalización en educación básica. Las ambiciosas metas quedaron en el olvido: ni siquiera una generación completa de educación primaria o secundaria podrá egresar cursando el plan 2017.
Apenas iniciado el ciclo escolar 2019-2020, se anunció la ruta para el cambio curricular en la educación básica (SEP, 2019, p. 48), en la cual se determina que “se suspende la aplicación del plan de estudios 2017” (SEP, 2019, p. 47), teniendo como periodo de revisión del plan hasta diciembre de 2019. Llama la atención pues que se haya determinado detener la aplicación, cuando la revisión sigue en curso. ¿No debería ser al revés: la detención respaldada por una revisión previa? ¿Y si en una de esas la revisión da como resultado que las modificaciones no implicaban parar por completo la aplicación? Independientemente de lo anterior, de acuerdo con la proyección para su construcción (SEP, 2019, p. 49), el nuevo plan de estudios de educación básica se pondrá en marcha en toda la educación básica para el ciclo escolar 2022-2023, es decir, dos años antes de que culmine el periodo de la administración federal de la que emanó: ¿se repetirá la historia de muchos de los proyectos que ven la luz “al cuarto para las doce” del reloj político y quedan huérfanos al poco tiempo?
El vaivén de planes de estudio lo sufrirá de manera particular la generación que ingresó a educación primaria durante el ciclo escolar 2018-2019. De los seis años que comprende tal nivel educativo, los primeros dos lo cursarán con el plan de estudios 2017 y, al no estar lista la continuación de éste, los siguientes dos ciclos escolares tendrán que llevarlos con el plan de estudios 2011; finalmente, si los procesos para la implementación de la propuesta curricular emanada del nuevo gobierno se cumplen, los últimos dos años de la educación primaria la cursarían con un tercer plan de estudios. En seis años, los alumnos de la generación aludida habrán tenido tres planes de estudio, haciendo un recorrido sumamente extraño: en términos de propuestas curriculares, pasaron del presente al pasado y finalmente brincarán al futuro. Seguramente se tendrá que releer la aseveración anterior, pero así de enredoso será el camino curricular de esa generación de alumnos.
Apenas con el inicio del nuevo gobierno federal, el plan de estudios sufrió una mutilación importante: uno de sus componentes esenciales, los clubes de autonomía curricular, fue relegado del sistema de evaluación del alumnado. Tales clubes representaban un espacio para que, de manera independiente, las escuelas destinaran parte de su carga horaria a actividades académicas, físicas o culturales según las necesidades e intereses del alumnado. De ser considerada como uno de los elementos más novedosos del plan de estudios, la autonomía curricular pasó repentinamente a ser una alternativa más dentro del mismo. Considerando los errores de planeación e implementación de la autonomía curricular, la medida adoptada por el nuevo gobierno prácticamente la llevó a ser olvidada en las escuelas. Para el ciclo escolar 2020-2021, incluso fueron publicados los ajustes en el horario escolar para rellenar el hueco dejado por los clubes de autonomía curricular. La experiencia de estas alternativas escolares fue, en resumen, efímera e infructuosa, pero es de destacarse el hecho de no haberse buscado medidas para perfeccionarlas, sino que se optó por promover su remoción.
Es desafortunado pues observar la práctica “borrón y cuenta nueva” en el ámbito educativo, sobre todo porque se lleva a cabo con descarada imprudencia, al ni siquiera procurar elegir momentos en donde los cambios puedan ser asimilados de mejor manera. Esta práctica no sólo se ejerce, como ya se ha dicho, en términos de planes de estudio. En materia de evaluación, los cambios inesperados se dieron en pleno curso del ciclo escolar 2018-2019: el Acuerdo secretarial 11/03/19, además de eliminar de los registros de calificaciones a los clubes de autonomía curricular, modificó los requisitos de acreditación de algunos grados de educación básica. Increíblemente, los alumnos fueron evaluados con dos criterios diferentes durante un mismo ciclo escolar. Ese ciclo escolar, las autoridades tampoco se detuvieron al modificar los procesos de selección y promoción docente que ya habían arrancado. Si se vuelve la mirada más atrás, habrá casos de proyectos educativos cuya vigencia se limitó al sexenio presidencial en turno: Enciclomedia, Tablets MX, Estímulos al desempeño ENLACE, entre otros. No es difícil suponer el futuro de programas como las Orquestas Escolares. El dicho “el que a hierro mata a hierro muere” aplica a la perfección con lo que en materia educativa hacen entre sí los gobernantes sucesores y predecesores.
Las abruptas sustituciones de los planes de estudio, entre otras situaciones que se han dado en los años recientes, dan muestra de un mal que aqueja a la vida escolar nacional no sólo en el plano pedagógico, sino en muchos más: la falta de continuidad en las políticas públicas. Es lastimoso observar que ni siquiera el documento pedagógico más importante en el ámbito educativo, como lo es el plan de estudios, pueda salvarse de los cambios apresurados. Quizá por falta de capacidad para concretar proyectos sólidos y duraderos, por la vanidad excesiva de imponer los colores políticos al escenario educativo, por el desinterés en el tema educativo o bien por la combinación de estos tres factores, lo cierto es que buena parte de la clase dirigente manifiesta, con acciones como las referidas, carecer de una visión a largo plazo. Es pues ésta la política del “borrón y cuenta nueva”, la que hace que directivos, docentes y alumnos estén ya acostumbrados, paradójicamente, a esperar lo inesperado.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
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REFERENCIAS
SEP (2017). Aprendizajes clave para la educación integral. Plan y programas de estudio para la educación básica. México: autor.
SEP (2019). Hacia una Nueva Escuela Mexicana. Taller de capacitación. Educación Básica. Ciclo escolar 2019-2020. México: autor.