Por: Julia Hernández Aragón
Gracias, gracias, gracias Presidente, Lic. Andrés Manuel López Obrador, mi adorado AMLO –y de mucha gente en México y de otros países- como le decimos de cariño. Le digo gracias, en este, el último día de su administración y gestión 2018-2024 como presidente de México -que no el último día de lucha-, por su autenticidad, legitimidad, honorabilidad, pero, sobre todo, por el amor al pueblo mexicano, demostrado con hechos; pasando del discurso a la acción. Le admiré desde niña estando en el sur, viviendo las injusticias que por aquellos años se sufrían en las ciudades petroleras mexicanas. Posteriormente, en una ciudad grande, como lo era el Distrito Federal –hoy Ciudad de México-, luchando desde donde nos tocaba luchar. Sufriendo y llorando de frustración e impotencia ante un México corrupto, que no daba cabida para la democracia, ésta que tanto exigimos como pueblo. Y, sin embargo, continuamos formándonos. Las juventudes aclamábamos justicia y honestidad, apoyándolo a usted, y eran, los tiempos de formarnos, no sólo para la revolución de las conciencias, sino en las aulas. Eran los tiempos de espera, pero en movimiento. Y para cuando surge MORENA, ya encontrándome en el norte, pues a emprender esas “otras” luchas que nos identificaban como ser subversivas, de izquierda, socialistas, comunistas, “rojilla”, y demás etiquetas, pero ello nunca jamás impidió nuestro deseo de trabajar para que ganara el pueblo: ganando en el 2018, usted nuestro bien amado Presidente, Andrés Manuel López Obrador. El que arrasara con millones de personas depositando su confianza en usted, confiando en que otras formas de hacer y vivir la política sería posible, ha sido lo que llevó a su triunfo: la tercera es la vencida.
Esas “otras” formas de hacer y vivir la política, de tomar decisiones en pro de quienes menos tienen, de hacer visibles a los y las invisibles, como a las personas con discapacidad –que como nunca salieron a la luz, con identidad propia y sentido de pertenencia-; devolviéndoles la dignidad a las personas adultas mayores; fomentando la sostenibilidad del medio ambiente, sustentando al campo mexicano; haciendo “limpieza” en las instituciones, de toda índole, fuesen gubernamentales, medioambientales, de investigación, educativas, de salud, culturales, entre otras; haciendo frente a la pandemia, vacunando a la población; generando reivindicación de los pueblos originarios, de aquellos pueblos indígenas, olvidados, marginados, despojados por un ímpetu civilizatorio del cual nunca formaron parte, llevando a ley los programas sociales implementados, así como reformas profundas para erradicar la corrupción y vivir en paz y colectividad. Estaba más que visto que estamos ante la Cuarta Transformación.
Recuérdome aún de los años en que sólo nos reuníamos con él en las plazas públicas, si acaso 30 personas, incluyendo con ellas a mis bien amados estudiantes, con la sola intención de ir a ver al hombre que podría cambiar nuestro futuro, y en tiempos donde no se creía en la izquierda en el norte del país, ni en Parral, en específico; se fomentaba un terror hacia la personalidad de nuestro AMLO, efectos todos de lo que nuestro presidente denomina los fifís, la élite empresarial y el hampa periodística. Pero, esos tiempos de espera han sido cruciales para abrir los ojos y ver que era posible la 4T y nutrirse con esta esperanza que nos dio y poder señalar ahora que las promesas se cumplieron, que los escenarios hasta hoy vistos son de acciones que se han vuelto realidad, pese a los detractores, porque en todos lados los hay y a cada momento.
Las luchas de AMLO se han visto materializadas en este gobierno que culmina hoy, pero que siguen esas luchas de amor a través de este legado para refrendar que los otros México son posibles. Siempre ha de estar presente. AMLO es la lucha andando, es una historia y es un vestigio para la perpetuidad.
Más allá de que pueda observarse en mí el amor profundo por nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, la devoción y admiración plasmada para con él, me queda mencionar que, como mujer científica, política, académica, ciudadana y sureña mexicana me quedo con su legado, con la revolución pacífica que se vivió. Le otorgo mi respeto y reconocimiento a su labor como estadista y hombre de verdad. Gracias por ser un hombre de verdad. He de mencionar que una frase que decimos los y las del sur (ese sur reivindicado) con mucho peso y, que reiteradamente mencionó Andrés Manuel López Obrador: ¡Qué barbaridad!