Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
-¡Entiendan por favor! Estudiar el preescolar es desperdiciar el tiempo de los niños. Escuché decir a una madre de familia al discutir con otra durante un evento social.
Lastimosamente, quien emite esas palabras es incapaz de comprender la importancia de la educación inicial y menos la que ofrecen los jardines de niños.
Si tan solo pudiera percibir que acudir a las aulas de un preescolar es regresar al pasado, a un mundo colorido, mágico, sin preocupaciones; que es volver a nuestra propia niñez, embriagados por el olor de los crayones, de las acuarelas y pinturas; extasiarse por las vívidas imágenes de animales, caricaturas o superhéroes que adornan sus paredes.
Decoradas por arcoiris multicolores, las instalaciones de los jardines de niños son un sublime pasaje a una vida de aprendizaje pleno, de conocimiento y autoconocimiento, los niños y niñas se forman en valores mediante la música, el baile, el canto y la motricidad. Si tan solo esos padres vieran lo que muchos vemos.
Valorar al “Kinder” es entender que las maestras son amantes de la estética, de la decoración y de la finura, celosas de los detalles, perfeccionistas y dedicadas. Amantes de la infancia, las docentes se erigen como el suave bálsamo para una pequeña alma herida, en sus brazos resbalan las lágrimas de unos ojos que expresan sus sentimientos y sus manos comparten el pegajoso dulce adherido a las de sus alumnos y alumnas.
Los festivales son cosa de otro mundo, de ese mundo que solo existe en las inocentes mentes de los niños y niñas, en el que todo es felicidad y algarabía; padres con teléfono en modo cámara en todo momento para captar los momentos que perdurarán por siempre. Caritas sonrientes, caritas que llenan el alma.
Y sí, todo gracias al esfuerzo de las maestras, esas incomprendidas que ni duermen por estar pensando en su siguiente actividad, las mismas que le invierten tiempo y dinero a su labor, aquellas que no dejan de lado su rol de madres, madres que mientras trabajan son prestadas a otros muchos menores que igual protegen bajo su cariñoso manto cual ave que los protege con sus alas.
Cuando apreciemos la enorme valía de las educadoras, el universo de fábula seguirá vigente para llenar de luz a todos y todas quienes tengan el privilegio de compartir su vida con ellas a diario.
Por muchas más de ellas, ¡Feliz día de la educadora!