¡Estoy harto del sindicato!

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid 

En algunas ocasiones he escuchado la frase que titula el presente escrito, expresadas por funcionarios o funcionarias a quienes les incomoda que una organización gremial esté vigilante de sus conductas, evitando que se transgredan las garantías laborales de la base trabajadora.

El cambio en los viejos paradigmas sindicales obliga a los representantes a convertirse en verdaderos censores de injustos procederes o carentes de equidad, realizadas o que pretendan llevar a cabo aquellos que detentan el don de mando y jerárquicamente, en el ámbito laboral, están peldaños arriba de los agremiados. 

El hartazgo del sindicato, aunque sea una consigna lingüísticamente incorrecta dado que se puede estar harto pero de las dirigencias sindicales que constantemente los auditan, es comprensible para los y las que, de manera autoritaria, movidos por la sin razón o la arrogancia toman determinaciones fuera de la norma e incluso, alejadas de la moral y la ética.

Si el sindicalismo, por decreto, por ley o convicción, en la actualidad está viviendo una serie de modificaciones que buscan democratizar sus procesos, su rendición de cuentas, sus informes y en general, toda su dinámica interna, es capaz de comprender que los beneficiados con ello son sus representados, serán más frecuentes las expresiones de hartazgo emitidas por la parte patronal, pero no de su totalidad, sino solamente de los integrantes de ésta acostumbrados a violentar derechos y obligaciones.

Mientras la conciencia sindical llame a los representados a exigir a sus dirigencias a establecer los mecanismos de respeto a las condiciones laborales óptimas para desempeñar su trabajo con eficacia, eficiencia, calidad y dignidad, deben los actores conducirse con celeridad anteponiendo los valores indispensables para lograrlo.

Sí, ha habido y quizá haya aún, desafortunadamente, dirigencias  que siguen añorando la vieja escuela sindical en las que cometían actos impúdicos, vergonzantes, desleales o deshonestos, incluso atreviéndose a ocupar candidaturas político-partidistas, no obstante, está en las manos y mentes de sus agremiados enseñarles el camino correcto para que más y más gobernantes expresen estar “hartos del sindicato”.

Mientras las peticiones, exigencias y solicitudes de respeto y transparencia a las acciones tomadas que impacten en la base trabajadora sean genuinas y pensando enteramente en ésta, que vengan más expresiones como las vertidas, será señal de que las cosas se están haciendo bien.

Cuando la autoridad observe que puede hacer y deshacer ante la desunión, la dispersión, los pleitos internos y la persecución de intereses particulares o de grupo y éstas se enseñoreen en los sindicatos, lo celebrarán con creces. No estamos para eso.