Ayotzinapa: 9 años

Por: Rosalío Morales Vargas

Que no llegue el olvido, que no llegue,
y que la indiferencia no aletargue corazones,
que la memoria ardiente y viva
no se troque en inocuo y pálido recuerdo.

Que no dejemos en soledad y llanto a las familias
sumidas en el pozo helado de la angustia,
y que haya al menos una señal esperanzada
de no repetición de violencias detestables.

Porque una noche lúgubre llena de presagios,
la sordidez llegó con odio encarnizado,
las señales y enconos presentían tragedia,
el cielo encapotado respiraba maleficios,
y un viernes de septiembre pletórico de infamia
la ruindad desbocada habló al oído,
a la abyección con fuero nauseabundo.

Los buitres repulsivos urdieron la masacre;
descarada la connivencia criminal,
agazapado entre las sombras el reino de lo impune,
taimada la vileza conspiró
hilvanando su red de felonía.

En esta ardua cuesta de nueve años
hemos perdido todo, hasta el miedo.
Las lágrimas de rabia y de dolor
impulsan a buscar hasta encontrarles
y fluya la justicia entre escombros escondidos.

No queremos que el tiempo serpenteante
oxide la verdad en las cañadas;
deseamos que los ecos inmarchitos
aporreen los sonidos del silencio,
que hable la palabra y los sueños se extasíen.

No ha de detenernos el viento borrascoso,
o los fantasmagóricos atuendos
de la insania rampante y agresiva,
y aunque se siente el peso de la ausencia
habrá que disipar la crueldad y sus efluvios.

Que no llegue el olvido, que no llegue.