Maestros y maestras culpables

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid 

Si bien es cierto que el acoso escolar ha existido quizá desde el surgimiento propio de los centros escolares como tales, en los últimos años han subido de tono sus formas y modalidades en perjuicio de la salud física y mental de los agredidos.

La violencia en cualquiera de sus expresiones para con los niños, niñas y adolescentes en las instituciones educativas son multifactoriales y por tanto, culpar a los directivos, a los maestros y maestras y personal educativo por presentarse ya sea dentro o fuera de las escuelas en un despropósito.

Lamentable que lejos de fijarse en las causas que motivan a los agresores a actuar en contra de sus compañeros y compañeras, algunos sectores de la sociedad se vuelcan en culpabilizar al magisterio alegando desatención, falta de interés o displicencia cuando se identifica algún abuso o ciertas señales de éste; hacerlo a la ligera habla de su estrechez mental y de su torpeza lingüística.

Cuando se buscan soluciones comunes y concientizar de lo condenable que es aprovecharse de otros estudiantes por los efectos negativos que la violencia ocasiona, salen voces incluso de “representantes populares” promoviendo mágicas fórmulas para evitarlo, señalando que se debe ¡criminalizar a los y las docentes oor el bullying presentado en las instituciones! Increíble.

Si la solución estriba en la cimentación de valores y en la conceptualización efectiva sobre los daños que esto acarrea, la tarea es de todos, de padres de familia, escuelas y sociedad en general, pretender cargarle la culpa al personal educativo argumentando que no están pendientes, que no vigilan o que desestiman su función para la correcta formación de los estudiantes significa que quien emite dichas sentencias no sabe, no conoce y menos entiende la labor educativa.

Criticable resulta que a la ya desvalorizada imagen y labor magisterial por falta de incentivos eficaces y un sin número de arbitrariedades que se enseñorean sobre sus espaldas, además se le pretenda incluir la responsabilidad completa del abuso escolar como si la educación recayera única y exclusivamente en ellos.

Urgen estrategias para arrancar de tajo este mal que lacera la dignidad de los niños, niñas y adolescentes, la fuerza magisterial, como siempre, está dispuesta a ofrecer su talento y responsabilidad para ello. Criminalizarlos es ridículo y grotesco.