Los envidiados y su injusticia

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid 

Muchas veces infravalorados, subestimados, ubicados en sotaneras dimensiones o absurdamente ignorados, los maestros y maestras de Educación Física, con orgullo celebraron como cada 8 de Octubre, su día.

Inmersos en circunstancias laborales poco halagadoras, pero con su espíritu de servicio incólume, los profesionales de la cultura física llegan a su cita anual esperanzados (aún) en que su realidad de un giro de 180 grados para ser visualizados como lo que son: agentes de cambio y  luz de las escuelas.

Si se realiza una encuesta entre los alumnos de las distintas instituciones educativas acerca de cuál es su materia favorita, sin duda, la inmensa mayoría coincidirá en que la de Educación Física, y por ese solo hecho, deben sus docentes ser reconocidos en su justa dimensión.

Con agrado, observamos una verdad inocultable de que su imagen ante muchos docentes y directivos ha cambiado para bien y esto ha sido gracias a la demostración de su valía, a su trabajo, a su empeño y dedicación; sin embargo, hace falta que sus clases sean valoradas administrativamente, es inconcebible que la compactación de su horas no se convierta en una realidad y sigan siendo “Maestros rateros” porque están un rato en una primaria, un rato en otra, otro rato en un Jardín de niños, en secundaria, sin un centro de trabajo en donde pueda ser aprovechado todo su potencial pero sobre todo en donde puedan tener el sentido de pertenencia.

¿Porqué los de Educación Física no pueden ser Directores o Directoras? Las promociones verticales no son para ellos, no se les tiene permitido participar para aspirar a dichos puestos; tienen el talento, la preparación, la capacidad para eso y más, sin embargo, el desdén viene desde el  momento mismo en que no pueden siquiera ser candidatos para registrarse.

Ahora sí que la pelota está en cancha de los expertos en la activación física, el deporte y la recreación, en sus manos y mentes está el que sigan ganándose a pulso el derecho de reclamar los que les corresponde.

Con admiración y respeto, deseo que sus reclamos sean escuchados y atendidos en un futuro cercano.