Por: Rosalío Morales Vargas
Viene la ola libertaria con ímpetu de lucha,
desde las hoscas líneas de ensamblaje
de las maquiladoras insomnes que estrujan el trabajo
de decenas de miles de obreras sin reposo;
desde los socavones oscuros de las minas
donde se desafía la muerte y silicosis;
desde los surcos regados con sudor y lágrimas
de jornaleros en litorales del agobio.
Se originan las voces insurrectas
en los talleres y las fábricas de sueños,
en donde se troquela el fulgor de la utopía;
y en las escuelas, aluviones de revueltas
cuyo caudal inunda
las dantescas sequías en tumulto.
Proviene el grito libertario desde lejos,
desde las huelgas que al cenit tremolan
estandartes de dignidad y de decoro;
desde las marchas de talante emancipado
que caminan del alba hasta el crepúsculo;
desde el cobijo camaraderil de los plantones,
que arden en hogueras luminosas
para herir con su luz a las tinieblas.
Enciende la alborada antorchas de justicia
acicateando el galopar de la conciencia;
y la mirada erguida de mujeres insurgentes
los ánimos levantan desde el suelo
y de la mano con sublevaciones proletarias,
habrán de edificar un mundo
sin grilletes, cadenas ni opresiones.