Cuando veía a Paty empezar a calzarse su Equipo de Protección Personal, inició por el primer par de botas, entendí que no era la primera vez que lo hacía, la destreza, rapidez y seguridad así lo reflejaba, lo percibí como un ritual, un ritual que lo sentí como de respeto hacía lo que se iba a enfrentar.
Escogió unos goggles de varios que estaban distribuidos en una mesa pasteur y les empezó a poner jabón para evitar que se empañaran en las siguiente 7 u 8 horas que estaría con ellos.
Para ponerse cubrebocas y goggles necesitó el apoyo de sus compañerxs, en un momento dos personas estuvieron prestas a auxiliarlas y verificar que sus escudos estuvieran correctamente puestos, una, dos, tres veces los probó.
Se coloco un gorro, se vistió el gorro del overol y puso una cinta adhesiva en el cierre del mismo, para asegurar que este no se bajaría y la expusiera.
Después se puso una bata blanca impermeable y le escribieron su categoría y su nombre: Enf, Paty, me vio, se despidió.
En las siguientes 7 horas no podrá comer o tomar algo, ni ir al baño, ha disciplinado su cuerpo para ello.
Así, al verla irse a cubrir su turno, y ver al fondo a dos compañeros esperarla y sabedores que llegaban los relevos, me pareció todo como si fuera una película, pero no, no lo es, ojalá lo fuera.
Gracias a Ana Patricia Sanchez Zavaleta.
Créditos: Miguel Cristales