Revuelta en marzo

Por: Rosalío Morales Vargas

En el desierto páramo
donde sólo florecen
el acoso, el abuso y la exclusión,
en los eriales de la trata y misoginia,
en el terreno yermo de oquedades y silencios,
en la aridez baldía de la infamia;
los ánimos se crispan
y la inercia de antaño se espabila.

Durante el estertor del crudo invierno
una avalancha humana
de insurgentes mujeres, voz de trueno,
reclaman y protestan,
y en el umbral de un tiempo en rebeldía,
consensan y proponen
un mundo nuevo y solidario.

Las horas de desidia se esfumaron
y los espíritus contritos de la víspera,
abrieron las compuertas
al raudo torbellino
del grito emancipado.

La pasión libertaria de mujeres frena
al veleidoso oportunismo
de flemática arista y trasluz conservador,
con prisa ocupa los espacios
tradicionales reservorios
de androcéntricos muros infranqueables.

Ya no acepta ser feligresía sumisa
de cacicazgos arrogantes y agresores,
ha tomado en sus manos las crines de la noche
y los relámpagos de auroras encendidas.

En el jadeo acompasado del bullicio,
en sonora rapsodia ya se anuncian
con vítores los cantos de victoria
que taladran oídos opresores.

Sobre la tierra macilenta,
a horcajadas de rayos centelleantes
cabalga la esperanza, viajera inclaudicable
hacia el dintel de lo sublime,
porque más temprano que tarde,
los témpanos glaciales ateridos
cederán paso al tibio viento
de muy otra y lozana primavera.