Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Hemos sido testigos, en días previos, de variadas manifestaciones por la defensa de prestaciones magisteriales, con posturas grupales divergentes pero, aunque coincidentes en las demandas, cada quien defendiendo sus puntos de vista.
En el juego democrático y de la libre expresión, válidamente se escuchan y leen posicionamientos que procuran justificar acciones y conductas, lo que para nada es justificable es traspasar la línea con aluciones y agresiones personales y familiares.
Se puede entender que las distintas percepciones de una misma realidad alteren los estados de ánimo de las personas, pero es incomprensible el observar que en aras de resarcir sentidos agravios se recurra a golpear no solo moral sino físicamente a quienes ninguna participación tienen en las determinaciones de sus cercanos.
Decidir agredir con insultos a quienes no forman parte de sus respectivos círculos y no solo a ellos, sino hasta sus familias. es una apuesta aparte de anti ética, muy riesgosa.
Es lamentable que miembros de una misma organización se aboquen a denostar por sí, por interpósitas personas o falsos perfiles con las intención de «restar simpatías o adeptos» de quien consideran rivales.
Sin cuidado alguno, dejan de considerar que los nocivos adjetivos pueden lastimar a los seres queridos cuando son los últimos responsables de sus ancestrales o recientes fobias.
Que los hechos presentes y pasados pero estrictamente personales sean la carta de presentación de los intervinientes en los movimientos o actividades y que jamás, el intento de involucrar a la familia nuclear o ampliada sea un crisol a través del cual se juzgue.
No coincido en la vieja consigna de que «en la guerra y en el amor, todo se vale»