Por: Rosalío Morales Vargas
¿En qué momento se perdió la paz
en la bella provincia imperturbable,
aquella que en sus versos cadenciosos
cantó el vate Ramón López Velarde?
El tranquilo y bucólico solar
es presa de un asedio condenable,
el capital rompió las tradiciones,
quebrantando los lazos familiares.
La apetencia por el dinero fácil,
ha desgarrado sin piedad lugares
antaño de trabajo arduo y duro
y de eso ya no quedan ni señales.
Se rompió el aislamiento pueblerino
por la industria del crimen deleznable,
mudanza acelerada de costumbres,
por ilusoria vida de magnates,
jóvenes expoliados, sin futuro
pasan a ser sicarios por el hambre.
El fango pútrido se ha extendido,
como metástasis de efectos graves,
en una dilatada geografía,
dejando miedo, angustias y pesares.
Empleo de propaganda nauseabunda
de modos de existir siendo un engrane,
de una maquinaria adicta al lucro,
la conciencia anestesia ese brebaje.
Se naturalizó el asesinato,
violaciones, despojos incesantes,
arrasados los ranchos, los ejidos,
por las patologías de oscuridades.
No hay solución sencilla, hay que actuar
en redención de las comunidades,
porque el pueblo podrá en todo momento,
salir de los escombros , hoy humeantes,
sólo así se contienen embestidas,
de los heraldos de calamidades.
Se habrá de superar la pesadilla,
disfrutaremos otra vez la imagen
del cielo azul y tierra colorada
en una nueva sociedad de iguales.