Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
En los contenidos de primaria, al tratar los procesos históricos, se estudia el nacimiento y objetivos de las organizaciones sindicales, por tanto, desde el nivel básico se pretende reflexionar sobre la trascendencia de éstas en la vida laboral de los trabajadores bajo su jurisdicción.
Aún con sus adecuaciones y reconsideraciones legales y estatutarias, las instituciones gremiales siguen siendo el medio de defensa establecido jurídicamente en favor de los representados sin importar la naturaleza de éstos.
Por ello, además de extrañeza, causa preocupación el que dentro del mayor sindicato magisterial surjan desaveniencias atribuidas al status que se tiene dentro de dicha organización, es decir, que existan discrepancias por ser personal activo, jubilado o pensionado.
El carácter de agremiado no debe distinguir entre ambos, el pago de una cuota o aportación voluntaria no define el espíritu sindicalista, este se da por convicción y formación, considerar que por ya no estar ofreciendo el servicio educativo es motivo para el desdén y desconsideración es suficiente para que sus apreciaciones sean valoradas y atendidas.
Por ello, es menester solamente vernos y sentirnos compañeros y compañeras activos, unos definidos por el servicio que aun se presta a la educación formal y otros igual o más valioso, activos en sus opiniones, acciones, participaciones en la vida pública, actividades gremiales y sugerencias específicas que aportan su sapiencia y experiencia por el bien colectivo.
Una verdad innegable es que quienes ya gozan de su merecido descanso en el ámbito laboral lo hacen después de haber entregado muchos años de su vida a una actividad a todas luces loable y sublime, por ello, sin distinciones, diferencias o segregaciones producto de la situación cronológica no caben cuando se trata de transitar por la idea del fortalecimiento gremial.
No obstante, escuchar que las exigencias, peticiones o necesidades se atienden estrictamente por circunscribirse al pago de las cuotas sindicales también parece solo una apreciación personal, insisto, todos debemos considerarnos activos, quizá con propios intereses o carga de afinidades y necesidades pero es muy sencillo, el propio mandato obliga a las dirigencias a atender a los agremiados.
Enfrascarse en discusiones estériles o bizantinas sobre si se es pensionado o jubilado abona a crear una imagen de división que no favorece al interés general; definir intrínsecamente que se está en actividad constante, la latente diferenciación se puede difuminar fácilmente; estar en desacuerdo con las formas o decisiones, incluso externar el sentimiento de malestar o incomodidad ante lo que consideren faltas de atención, es totalmente válido, sin embargo, quien ocupe los espacios determinados para ofrecer respuestas y atenciones tiene, por obvias razones, la obligación de hacerlo, sin cortapisas ni prejuicios.
Uno de los valores más envidiables que tienen los gremios magisteriales es precisamente la unidad, su cohesión, su altura de miras y la enorme capacidad de entendimiento en aras de mantenerse como un sólido bloque de contención a los embates. Así debe seguir.
Suponer que una vez que las personas ocupen las dirigencias se acaba el análisis, el espíritu propositivo o el siempre valioso intercambio de ideas es tirar la toalla antes de tiempo.
También es cierto que negarse a sí mismos la capacidad de poder seguir siendo proactivos y exponer divisiones irreconciliables suena más bien a propósitos personales o grupales.
Es imprescindible, por tanto, solo ver compañeros y compañeras, sin etiquetas ni diferencias. Siempre valiosos, siempre actuantes. Siempre activos.
Finalmente ¿A quién favorecen las fracturas internas?