Por: Manuel Gil Antón
A partir de este sábado, faltarán 10 semanas para las elecciones del 2 de junio, y casi 28 para llegar al término del sexenio actual. Antes del proceso electoral habrá una intensa discusión sobre las prioridades, dilemas y retos que enfrentará la siguiente administración, y se abrirán espacios de diálogo y debate (más allá de la propaganda) sobre lo que es necesario hacer en todas las dimensiones de la vida social del país. Por supuesto, una de ellas es la esfera educativa.
Lo que se discuta ha de tener, como elemento indispensable, un balance de lo acontecido en el periodo presidencial de Andrés Manuel López Obrador en esta materia, y considero que para realizar un análisis ordenado es útil ubicar las fases generales en las que se puede dividir el periodo que inició en diciembre del 2018, y termina el primero de octubre de 2024.
A grandes rasgos, los 70 meses que componen al periodo sexenal en curso —dado que el cambio en la presidencia ocurrirá dos meses antes de lo que estábamos acostumbrados— se pueden dividir en cuatro lapsos, cada uno signado por un eje específico: el primero, que llega hasta mediados de marzo del 2020 (cuando se decreta el cierre de las escuelas debido a la contingencia sanitaria derivada de la pandemia), se caracteriza, a mi juicio, por el proceso de la reforma educativa llevada a cabo, lo cual implicó modificaciones constitucionales y la generación de las 3 leyes secundarias correspondientes: la General de Educación, la que determina el Sistema para la Carrera de Maestras y Maestros y la que establece y regula al Organismo para la Mejora Continua de la Educación. Este intenso proceso legislativo y de reorganización administrativa se completará, en 2021, al ser aprobada la Ley General de Educación Superior.
El segundo corte, luego de los primeros 18 meses de gobierno, inicia a partir de la clausura temporal de las escuelas en 2020 y culmina hasta agosto de 2021 cuando cesa. Durante este tiempo, semejante en su duración al primero, el sistema educativo nacional realizó diversos esfuerzos por dar continuidad al servicio escolar de manera remota debido a la emergencia. El tercero, que podríamos estimar que duró cerca de un año, se dedicó a la paulatina recuperación de las actividades presenciales y al intento de restañar los daños educativos más inmediatos del cerrojazo a los planteles. El cuarto tramo (los dos últimos años del sexenio) se concentraron en la compleja, complicada y veloz modificación del modelo curricular, las estrategias pedagógicas y los elementos didácticos con base en la concepción de la Nueva Escuela Mexicana (NEM).
Es necesario, entonces, advertir y sopesar los alcances, límites y dilemas de distinta índole que surgieron tanto de las modificaciones legislativas, como del largo abandono de las actividades escolares cara a cara y sus consecuencias, así como el complicado retorno a lo presencial con sus hondas diferencias y, sin duda, la fuerte controversia y los conflictos legales y políticos que suscitó la puesta en práctica inicial de la NEM, de la cual son solo un elemento, aunque importante, los nuevos libros de texto gratuito.
En las siguientes colaboraciones, con base en esta periodización básica, se llevará a cabo un esfuerzo de ponderación que contribuya a lograr una mirada fundada y crítica de la educación en estos años, de la que pueden surgir temas para la discusión democrática que se requiere, en aras de generar proyectos fértiles de enmienda, cambio o continuidad y sus matices.
Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de
El Colegio de México
@ManuelGilAnton