Revolución

Por: Rosalío Morales Vargas

¿No la ves? La revolución está ahí.
¿No escuchas el murmullo de su timbre
y el abrasivo tacto de su piel candente?
¿No sientes la palpitación acompasada
de un corazón ansioso por saltar del pecho
latiendo en clave de ternura?

Sí. La revolución se encuentra ahí,
en el levantamiento obrero y revueltas campesinas ,
en plantones de solicitantes de vivienda,
en la constante evocación y martilleo en la memoria
de quienes habitaron prisiones por motivos de conciencia
o fueron arrojados a mares del oprobio.

Ahí está. Enhiesta y bulliciosa,
como rugiente ola de espuma ensortijada,
torbellino de ideas alumbradoras,
volcán en erupción de lava redimida,
aluvión de heroísmo inclaudicable.
Frenética aparece llameando el horizonte.

Está presente en las mujeres de manos agrietadas
por el trabajo rudo cotidiano,
por atizar fogones y lavar ropa en la pileta,
por cocer nixtamal y amontonar la leña,
por acarrear agua del arroyo,
por ordeñar las chivas en el corral de piedra.

Ahí está. En voces que no diluyen su entusiasmo
en el grito juvenil de rebeldía inusitada,
en denunciantes de las guerras de rapiña,
en las y los migrantes que por hurañas fronteras se aventuran,
en los pueblos humildes, ofendidos y humillados
por los señores del dinero y la codicia.

Está en las favelas y los barrios,
en arrabales y cinturones de miseria,
en las marchas pletóricas de esperanza y brío,
en toda negación al olvido soporífero
en fábricas, ejidos y en escuelas,
en el firme timón y brújula certera.

No. No es quimera inalcanzable,
no es ficción abrumada de entelequias,
huele a sudor de proletario,
sabe a las fondas de los tianguis,
ahí se asoma entre las grietas de las sombras,
localízala, a su encuentro acude, abrázala.