Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Es verdad que la insatisfacción es uno de los motores que mueve a la acción, a la búsqueda de alternativas y opciones para lograr eso que nos representa, en mayor o menor medida, un grado de sentirnos insatisfechos o incompletos, no obstante, cuando se deja de apreciar lo que se tiene y las quejas se vuelven una constante, se rompe el equilibrio y puede dar lugar a frustraciones.
Por ello, el valorar con lo que se cuenta reviste especial atención, máxime cuando nos percatamos que muchos desearían lo que la vida nos ha concedido o nos hemos ganado a pulso. Criticamos el servicio médico que tenemos pero poco reparamos en voltear a ver las farmacias, consultorios y clínicas particulares en los que indudablemente hay que desembolsar un dinero que no nos sobra.
Renegamos de tener que despertar cada inicio de semana para iniciar nuestras actividades laborales deseando que llegue el viernes o sábado pero olvidamos que hay miles de personas en búsqueda de trabajo, de lo que sea, para llevar el sustento a sus familias.
Nos quejamos de lo poco que ganamos pero en cada esquina vemos gente necesitada; nos parecen una burla los créditos hipotecarios pero al menos se tiene la posibilidad de ofrecer un techo, una casa propia, un hogar a nuestra descendencia.
Que si se tardan en pagar el aguinaldo, que si solo son 40 o 90 días, que deberían de incrementarlos, que si los intereses por el ahorro es miserable, que las prestaciones llegan a destiempo… seamos agradecidos con la divinidad de su esperanza por la oportunidad de tener lo que muchos no tienen. Baste observar y escuchar a quienes provienen de la iniciativa privada para notar diferencias.
Y no, no se trata de ser conformistas, es solamente sentirse agraciados, bendecidos, suertudos o como se quiera adjetivar, es un hecho que quienes conformamos la gran comunidad educativa merecemos más, mucho más por lo que entregamos y ofrecemos y por lo que entregaron y ofrecieron quienes ya gozan de su pensión o jubilación, simplemente, y en estas fechas de reflexión es quizá el momento propicio para valorar objetivamente la enorme dicha de contar con un trabajo envidiable y deseado.
Tener la oportunidad de desarrollar el talento, la capacidad y la vocación en el hecho educativo es un lujo que solo los señalados tienen el privilegio; disfrutarlo en su máxima expresión, con carencias y oportunidades de mejora, es verdad, pero siempre con la convicción de que no cualquiera tiene el orgullo de formar parte de las filas del siempre valiente cuerpo magisterial.
De lo poco hagamos mucho.
- PD. Que este 2024 sea excepcional y la educación siga siendo el vehículo para alcanzar la sabiduría y la felicidad.