Opinión por: Omar Bazán
Los robos cometidos al interior de instituciones educativas son sumamente frecuentes y los perpetradores llegan a quedar impunes o sometidos a sanciones mínimas; no reparan el daño y gozan de la puerta giratoria de la justicia.
Ya sea escuelas, bibliotecas o museos, gozan de un alto valor para la sociedad pues expanden el conocimiento y la cultura y su preservación nos corresponde a todos ya que están expuestas a atracos.
Entonces es imperativo que la sociedad, las instituciones y las autoridades se unan para proteger y preservar estos lugares.
Son las escuelas, las que son más frecuentemente blanco de robos, los amantes de lo ajeno roban equipos de cómputo, material didáctico, dinero y documentación. Pero ahora también cableado y tuberías.
Los robos en las escuelas tienen graves consecuencias, no solo materiales, sino que se siembra la semilla del miedo y representa un enorme gasto para restituir lo robado que siempre es asumido por los padres de familia.
La pandemia del Covid-19 y el abandono temporal de las aulas por el confinamiento resultó en decadencia para los planteles ya que tuvimos un alto índice de robos, hoy en día la mayor incidencia es durante vacaciones y aunque la Policía hace su parte en prevención urgen acciones para erradicarlos.
El problema es que siempre hay más robos, que las personas que son detenidas, por eso decimos que hay impunidad en la mayoría de los casos.
De abril a agosto, se registraron en la capital 40 reportes de robo a planteles.
Para combatir eficazmente el robo en instituciones educativas y culturales, es crucial implementar medidas de seguridad avanzadas y estrategias de prevención. Esto incluye la instalación de sistemas de vigilancia, la capacitación del personal en protocolos de seguridad y la colaboración con las fuerzas del orden para rastrear y recuperar objetos robados.
Las bibliotecas, consideradas como custodias del conocimiento acumulado a lo largo de los siglos, enfrentan el riesgo constante de robo de libros y documentos valiosos.
La pérdida de estas obras afecta directamente la capacidad de las bibliotecas para proporcionar acceso a la información y perpetúa la degradación del patrimonio literario.
Los museos y centros culturales, hogares de obras de arte y artefactos históricos, a menudo son víctimas de robos que privan a la sociedad de la oportunidad de contemplar y aprender de estas creaciones. El robo de piezas únicas y valiosas despoja a las comunidades de su herencia artística y cultural.
El robo en estas instituciones no solo implica la pérdida material, sino que también tiene consecuencias sociales y culturales profundas.
Despojar a la sociedad de su patrimonio cultural reduce la riqueza de la experiencia humana, afecta la identidad colectiva y obstaculiza la transmisión intergeneracional del conocimiento.
México ha tenido malos resultados en la recuperación de antigüedades culturales robadas. Hay deficiencias tanto en el registro de estos robos como en la falta de coordinación entre las autoridades para preservar los artículos.
En los últimos 13 años, se ha acumulado una lista de 4.757 objetos arqueológicos o históricos con reporte de robo en México, que es considerado un delito federal. Sin embargo, la PGR sólo tiene datos de 67 obras recuperadas en ese lapso y restituidas a su lugar de origen. El cruce sugiere que la capacidad de recuperación es de apenas 1,4%.
Solo a través de un compromiso conjunto y acciones decisivas podemos garantizar que estas instituciones continúen desempeñando su papel esencial en la promoción de la educación y la preservación de nuestra herencia cultural.