23 de septiembre: Sierra rebelde

Por: Rosalío Morales Vargas

Acariciando un sueño
un grupo de maestros, campesinos y estudiantes
a una inmarcesible epopeya se lanzaron.
Despuntaba el otoño en la Sierra de Chihuahua,
y en el alba de un jueves 23
fogonazos de rebeldía anunciaron el combate.

Deseaban liberar a un pueblo lastimado,
iban cargados con fusiles de utopía
y de esperanzas llenas sus alforjas.
La sublime lealtad a una causa
era su brújula en montañas intranquilas.

Una tarea difícil,
pero había voluntad inquebrantable
y confianza en los hombres y mujeres
que deturpaban con frenesí las injusticias;
y así emprendieron el camino hacia las cumbres,
a lo más alto de la escala humana.

Muy elevados sus motivos:
No se enriquecerán los hombres
a costa del sudor de otros hombres,
las tierras y sus frutos son de todos,
que el bosque sea surtidor de vida,
y cesen opresiones a mujeres.

Jamás se apagarán las voces
de luminosas alboradas,
pues el turbión que comenzó en Madera
agita las conciencias,
y un torrente de luz
ilumina las sendas de la lucha.

Con altibajos continúa la batalla,
bajo tormentas procelosas,
o en aparente calma sin sosiego;
se disemina entre la gente
un arrojo que alza la moral
hasta el cenit del heroísmo.

Nuevas y nuevos combatientes aparecen
atizando las lumbres libertarias,
cuando recuerdan el prodigio de una hazaña,
que un lejano septiembre allá en la serranía
alzó la voz con timbre de guerrilla,
lanzando clarinazos a la aurora,
para un futuro fulgurante emancipado.