Profr. Juan Carlos Orozco Andrade
De acuerdo con el Dr. Miguel Ángel Núñez, la violencia cruzada “se considera que cualquier tipo de agresión, ya sea psicológica, física, o sexual que se da entre los miembros de una pareja, sea de manera simultánea, alternada o en grados de intensidad, es violencia cruzada”.
Tratando de crear un símil o llevar esta situación dentro de las aulas de nuestras escuelas, en donde se da una violencia no solamente de quien tiene la “autoridad”, si no de todos los actores del proceso de enseñanza y aprendizaje. Docentes, alumnos, padres y madres de familia, asi como la autoridad administrativa.
Tal es el caso de una clara demostración de violencia por parte del docente podemos identificar que no lleve a cabo su programación o planeación didáctica que afecta el desarrollo del alumno, a esto podemos agregar la indiferencia o falta de control del grupo, en donde se pueden dar faltas de respeto entre alumnas y alumnos e incluso violencia física por la falta de experiencia o sencillamente de interés. Es de lamentar que muchos de los docentes noveles y no tan noveles tienen una visión muy corta de la disciplina en el aula, algunos de ellos consideran que no es problema el lenguaje altisonante, los juegos bruscos, los apodos e incluso el saludo de beso. Todo los anterior nos lleva a tener una violencia, algunas veces invisible y otras muy evidente. Lo que por ningún motivo pudiera ser perdonable es todo tipo de violencia sexual hacia las alumnas y alumnos.
Por otra parte podemos identificar la violencia que viene de los alumnos hacia el personal docente y administrativo (secretarias, trabajadores manuales, trabajadoras sociales y orientadoras). Las faltas del respeto son cotidianas al personal, desde el uso de palabras altisonantes enfrente del docente, esa famosa frase que dicen niñas y niños de cualquier grado “Vete a la…” que sin pudor alguno lo gritan. Un alumno tiene la capacidad de acusar a su docente sin prueba alguna, con mentiras o sencillamente por venganza. Los alumnos en su confianza de ser acreditados en sus materias, con cierto cinismo y total irresponsabilidad dejan de llevar sus tareas o desarrollar sus productos en clase.
Las madres y padres de familia, parte fundamental del PEA, quienes hasta hace algunos años tenían claramente entendido que era una responsabilidad compartida entre hogar y escuela la educación de sus niños, niñas y adolescentes, cambiaron su visión. Ahora, el maestro o maestra no es un aliado, al contrario; es el impedimento para que sus hijos puedan vivir de acuerdo con sus normas familiares y no bajo las normas sociales. Que tiempos aquellos en que las familias dejaban a sus hijas e hijos en las escuelas con la confianza de crear mejores ciudadanos. Terrible este momento en el que se agrede desde los hogares al docente, se le señala porque llamo la atención a su hijo por una falta de respeto, por no llevar tarea, por agredir a sus compañeros o sencillamente por estar usando el celular en clase. Lo anterior rompe las normas familiares y es por ello por lo que se da la agresión.
De la autoridad educativa podemos considerar el exceso de la famosa carga administrativa, la infinidad de cursos, actualizaciones que poco dejan en conocimiento a los docentes, pero también debemos considerar que se da poco respaldo en el trabajo áulico, para nuestras autoridades es difícil respaldar nuestras funciones por la sencilla razón que ellos mismos se ponen en riesgo ante las autoridades de mas alto nivel.
En este momento diferentes instituciones tomaron el interés de decirnos en las escuelas que podemos hacer y no hacer en nuestro PEA. Tanto la comisión estatal de derechos humanos o el tribunal superior entre otros van a nuestras escuelas a sentenciarnos, por si hacemos o no hacemos, nos limitan en nuestras funciones, si hay un pleito entre alumnos no debemos meternos o tocarlos, pero en algún momento esto se convertirá en una omisión de nuestra parte.
Es imposible enumerar todas las situaciones que se dan en nuestras escuelas, se da la violencia en todas las direcciones, no podemos saber de quien debemos cuidar nuestra labor profesional, pero lo que si es demostrable es la clara intención de crear un ambiente adverso en las escuelas públicas para continuar con esa campaña en la que se evidencia “una escuela publica decadente”.
Curiosamente en las instituciones privadas se aplican las normas sin miramiento alguno, se suspenden a los alumnos, se les obliga a llevar su uniforme, cabello corto o se les transfiere de escuela, en cambio en las escuelas publicas ya no se exige o se dan estas acciones.
Necesitamos de manera urgente valorar nuestro que hacer como docentes, pero en especial no permitir que desde adentro de la escuela pública la destruyamos.