Sin Cerros no hay agua

Por: Luis Andrés Rivera Levario
Salvemos los Cerros de Chihuahua

O porque es necesaria una política pública diseñada desde lo colectivo para enfrentar la gran crisis del agua que se avecina.

Introducción
Conocer para amar, amar para defender.

La defensa del agua empieza con la consciencia. Como dice Salvemos los Cerros: “Conocer para amar, amar para defender”. El conocer algo no es simplemente acumular datos sobre su aprendizaje, sino por el contrario, es buscar la comunicación interna para la comunión con el objeto que busca la consciencia, es decir, no se conocen verdaderamente las cosas solo a través del estudio y la racionalidad, como si pudiéramos diseccionar cualquier cosa para analizarla por dentro, aunque el precio de “conocer” algo fuera destruirlo, no, por el contrario, el conocimiento que es requisito previo al amor, parte de la pasión por concretar en el interior propio la importancia, el significado, la relevancia que tiene una cosa para uno mismo. De ahí que el conocimiento verdadero parte de la consciencia, como una relación que se construye auténtica con cada cosa que se conoce, no para buscar una ventaja o una ganancia, sino porque la vida misma es un viaje de autoconocimiento y de conocimiento del mundo y sus miles de colores.

Al respecto, dos frases: “uno muere el día en que deja de aprender”, así nos dice el sentido común a través de este dicho, que la vida entera es un acto de aprender. Y, por otro lado, José Revueltas, el subversivo poeta mexicano, cita al poeta alemán Goethe: “Gris es la teoría, mientras que de mil colores es el árbol de la vida”, señalando que el conocimiento teórico no sé puede comparar con la consciencia de la vida concreta y sus miles de colores. Así pues, vivir sin consciencia, guiados por una gris teoría, es vivir sin amor, por lo tanto, no es vivir plenamente. Si buscamos honrar la bendición sagrada que es estar vivos, debemos comprometernos apasionadamente en conocernos y conocer el mundo que nos rodea, para así buscar siempre la verdad y la justicia, pues amamos la vida y es necesario actuar en consecuencia, con congruencia.

I
Conocer el agua

El ciclo del agua que enseñan desde el nivel básico de la educación puede ser resumido a cuatro momentos necesarios para que el agua circule dentro de nuestro planeta tierra: 1. La evaporación, que lleva el agua desde el suelo, los cuerpos de agua o el mar, hacia el cielo, la atmósfera. 2. La condensación, que convierte esta humedad en nubes. 3. La precipitación, que con sus lluvias lleva el agua de vuelta al suelo, los cuerpos de agua o el mar y finalmente 4. La infiltración, que por obra de la gravedad y de los relieves de la geografía terrestre, lleva el agua hacia el subsuelo. Sin este ciclo, no podría existir la vida en la tierra. El agua de los ríos, lagunas y presas, depende de este ciclo, por lo que, si en alguno de estos 4 puntos el agua sufre de contaminación o existe algún fenómeno que impida la condensación, por ejemplo, como el domo de calor que ha azotado el país mexicano en fechas recientes, se interrumpe el ciclo, ocasionando graves perturbaciones, como esta temporada de sequía con olas de calor extremo que han cobrado la vida de decenas de personas muertas por deshidratación y golpes de calor.

La mayor parte del agua dulce que usa la gente en Chihuahua para satisfacer sus necesidades no se encuentra en los ríos, lagunas o presas, por el contrario, es extraída del subsuelo, de los llamados “acuíferos”, que son los depósitos subterráneos de agua acumulada durante millones de años, y que, sin embargo, en unos pocos años de revolución industrial se ha logrado el déficit, la sobreexplotación e incluso el abatimiento de acuíferos. La mayoría absoluta de los acuíferos de Chihuahua reciben mucha menos agua de la lluvia de la que se extrae para actividades, en su mayoría industriales y agrícolas, siendo un porcentaje mínimo el consumo de agua de las familias chihuahuenses. En el caso de las presas, la mayoría absoluta se destina al riego de productos agrícolas de exportación o no comestibles, como el algodón, la nuez o la alfalfa.

II
Amar el agua

Para entender este amor al agua de Chihuahua podemos usar otras dos frases: “El agua no es de la humanidad, por el contrario, la humanidad le pertenece al agua”, frase que hace referencia al hecho de que un bien común necesario para la existencia misma y que además es proporcionado por los ciclos de la naturaleza y no por la acción humana no puede ser privatizado para la ventaja o la ganancia individual o de un sector, sino que debe de ser aprovechado y cuidado para satisfacer las necesidades de esta y de las futuras generaciones. La segunda frase es más bien un dato científico: “El cuerpo humano es 70 % agua”. Con esta imagen mental podemos definir al agua como algo vital, absolutamente necesario y además insustituible, lo que puede cumplir las definiciones laicas de lo sagrado: algo irrenunciable y digno del más alto respeto.

Así miramos todo lo que el agua ha moldeado: los cañones, como el de Namurachi, donde el padre Maldonado oficiaba misas en secreto, el del Pegüis, donde miles de turistas se maravillan cada año, o el del Marro, tan querido y amado por la gente a pesar de la destrucción que lo acosa, los ríos, como el San Pedro, cuyo recuerdo llena de belleza y lagrimas nuestros ojos, el Bravo, actualmente contaminado pero defendido por juarenses ejemplares, o el Chuvíscar, el que se creía muerto pero andaba de parranda con la banda de Salvemos los Cerros, las montañas mismas, labradas por el viento, el agua y el fuego, desde las cimas del Mohínora, la cumbre más alta de nuestro Chihuahua, pasando por la Sierra Madre, cuyo nombre resalta el lugar y el valor que los chihuahuenses le otorgamos a las montañas, hasta los cerritos de Chihuahua, el Grande, el Coronel, el Mogote y tantos otros, tan dañados y tan amados: todo lo que toca el agua para los chihuahuenses que amamos nuestra tierra es mágico, es sagrado, es hermoso, así ha sido desde ayer, así lo es hoy, y así seguirá siendo mañana sin importar los retos y desafíos que vengan.

III
Defender el agua

Para cerrar este ensayo aportamos dos frases más: la más representativa del Jefe indígena Seattle, inmortalizada en su carta al presidente de los EEUUA, donde sentencia claramente: “lo que le pase a la tierra le pasará a los hijos de la tierra”, refiriéndose a que los seres humanos no somos el centro del universo ni del ecosistema, lo que le hacemos a las relaciones que sostienen los ciclos vitales, en realidad nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. Y la otra: “El aletear de una mariposa en Chihuahua puede producir un huracán en Japón”, una imagen mental que explica como todo lo que hacemos tiene consecuencias para los demás seres, pues hasta el más pequeño impacto conlleva resultados, aunque no seamos conscientes de ello.

Una vez llegados a este punto, queridos y queridas lectoras, podemos afirmar que:
1. El agua no llega mágicamente a los pozos ni a las presas, sino que depende de las cuencas hidrológicas por donde fluye el agua, tanto cerros, ríos y arroyos como acuíferos, cumplen roles fundamentales para que los seres humanos podamos gozar del agua y por lo tanto vivir.
2. Los cerros son las partes altas de las cuencas hidrológicas, si las partes altas de las cuencas son afectadas, entonces toda la cuenca es afectada, por lo que es fundamental cuidar de los cerros si queremos seguir teniendo agua.
3. Los ríos y arroyos abastecen a las presas artificiales y lagos y lagunas naturales, por lo que modificar, contaminar o impactar los pasos del agua es muy grave.
4. La mayor parte del agua que consumimos viene de los acuíferos. Las presas sirven para abastecer la agricultura. Si no cuidamos nuestras fuentes de vida no tendremos ni agua ni alimento.
5. Es necesario que una política pública encaminada en cuidar del vital líquido sea democrática y científica, y pueda ser independiente de los intereses políticos y económicos que actualmente contaminan y explota las cuencas y el agua.