Por: Rosalío Morales Vargas
Otro día duro, sin sabor ni encanto.
Entre grietas e hirsutas alambradas
las madres luchadoras superan arrecifes;
llevan cargando un fardo de siglos en su espalda,
bajo las tardes encalladas en la ausencia,
cantando su tonada hacia lo lejos.
Engullido este día por el mercado,
parece que no existen las madres en desdicha,
frívola propaganda aprisionó la fecha
confundiendo el amor con el consumo.
¿Qué hacen mientras tanto muchas madres?
Firmes se yerguen frente a los oleajes,
ahuyentan al responso en pesadumbre.
Encaminan sus pasos en busca de justicia,
no dejan de buscar, de hurgar entre las sombras,
en lívidos desiertos llenos de congoja
demuelen las colinas de escombros ateridos,
bóvedas del decoro reaparecen
como coraza a flechas de ponzoña.
Su desazón diluyen al conjuro de los vientos,
saben que falta mucho del camino.
Habitan en la fábrica y la calle
su digna rabia, su ternura tempestuosa,
regresan una y otra vez al sitio de los sueños
disipando el color de la penumbra.
Izan sus estandartes de lucha y de victoria,
que no destiñe el tiempo, el acre desafío,
jamás se quedan en umbrales de silencio,
no dejan llegar al olvido indiferente;
huracanada algarabía propician
al hacer el anuncio de otro mundo.
Romperán las tenazas de la estafa
de humillación y odio supurando
en cloacas rebosantes de soberbia.
Y volverán los sueños y el ímpetu en el alma,
y un rumor de voces liberadas,
el aire limpiarán de inquina y de perfidia.