Por: Mtra. Lucero Navarrete O.
Desde que yo era niña tenía la certeza de que quería ser maestra… crecí entre aulas, libros, carros alegóricos y alumnos, muchos alumnos. Mi vocación me la heredaron mis padres y la reforzaron grandes docentes que hasta hoy admiro, respeto y quiero profundamente… ahí entendí que un maestro es alguien que se queda para siempre en la memoria y el corazón de sus estudiantes durante toda su vida.
Cuando me convertí en madre todo volvió a cobrar sentido, y entonces me di cuenta que debía ser la maestra que yo quería que mis hijos tuvieran y por creerlo lo más conveniente para ellos y para mi… me dedique a sembrar al viento para otros y que esas semillas caigan en tierra fértil y que lo bueno que hagamos sea retribuido para los nuestros.
Estoy segura que hay miles de maestros en todos lados, haciendo una gran labor desde su aula, apoyando, solucionando, conteniendo, consolando, resolviendo, corrigiendo… amando… grandes maestros que a veces… dejamos un poco de lado la labor de padres de nuestros hijos para ser los padres de otros… algo que ya nuestros hijos de alguna manera saben y a veces comprenden.
Hoy… a 23 años de labor docente, veo con profunda decepción, una vez más como nuestro trabajo está siendo denostado, menospreciado, fuertemente criticado y señalado por algunos rubros de la sociedad, medios de comunicación y ahora hasta por legisladores que si algo denotan es un profundo desconocimiento del trabajo que se realiza en las escuelas.
Me paraliza de miedo pensar que cualquier acción u omisión pude considerarse como un delito de mi parte. Que no puedo fomentar un ambiente de respeto dentro del aula con reglas de convivencia básicas porque entonces es considerado como transgresión a los derechos de los niños, los padres, las autoridades… que si veo que dos alumnos se están golpeando y pueden dañarse al intervenir para evitar que se lesionen estoy faltando a los protocolos a seguir, pero que si no lo hago puedo ser acusada de “delincuente” por que no tomo acciones en contra del bullying y la violencia.
Que si cualquier persona en su condición de “derecho” se dirige a mi para tratar alguna situación puede faltarme al respeto o incluso agredirme y para que esto proceda debe haber evidencias contundentes o consecuencias graves.
Esto jamás fue la idea que yo tenia de ser un docente… para mi significaba ayudar en la maravillosa labor de formar personas, de guiarlos para desarrollar sus habilidades, motivarlos a aprender, descubrir, analizar… ser!!! Darles las herramientas para enfrentar retos, ser escucha atenta, fomentar valores, proveer experiencias, vivencias y recuerdos imborrables… como esos… los que forjaron mi infancia.
Hoy me siento confundida y un tanto decepcionada… pero no, aún no estoy rendida… dice una frase de Krishnamurti “No es signo de buena salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”.
Por ello hoy hago un llamado a la sociedad que, desde sus casas, a los medios de comunicación detrás de un micrófono o una pantalla y a los políticos y legisladores que desde un escritorio tienen una visión de la realidad muy distinta a la nuestra que se sumen a apoyar con valores, con infraestructura, con personal de psicología, trabajo social e iniciativas que fomenten la cultura y el deporte. Que dejen de estar evadiendo su responsabilidad y se pongan a hacer su trabajo y a nosotros… nos dejen hacer lo que sabemos hacer… EDUCAR!!!
¿Aun quiero ser docente?… Sí, y parte de mi labor es esta, concientizar a una sociedad que en un afán de ser “incluyente” y “respetuosa” se ha vuelto permisiva y carente de valores… Sí…aún quiero ser docente!!!