Honor a quien honor merece. Arturo Gámiz García. Tercera y última parte

Por: Profr. Fernando Álvarez Montoya

28 feb. 1940 – 23 sept. 1965

Asalto al cuartel de Madera y muerte

Unas de las últimas acciones realizadas antes del ataque al cuartel de Ciudad Madera, fue un juicio público al cacique Emilio Rascón en Dolores en donde lo hicieron firmar un cheque por seiscientos pesos en favor de la escuela, además de la destrucción de la fábrica de licor de Rubén Jiménez que terminó con el reparto masivo de licor, todo esto en mayo de 1965.

El 23 de septiembre, fue la fecha dada. Era aún la madrugada, cuando el grupo de 13 personas liderado por Pablo Gómez y Arturo Gámiz, atacó el destacamento en el que se encontraban 125 soldados, y fue el grupo el primero que disparó sus pocas armas, y quienes gritaban «¡Ríndanse! ¡Están rodeados! ¡Ríndanse!», el grupo disparaba con todo lo que tenía, y se movieron rápidamente para responder al ataque, el primer movimiento de los soldados fue hacia las vías del tren que se encontraban unos metros enfrente del cuartel, ya que de ahí se escuchaban más gritos y se veían más fogonazos.

En ese instante, el maquinista del tren (tras el cual se escondía una parte del grupo), comenzó a moverlo con rumbo a Chihuahua y encendió la luz del tren, que permitió a los soldados observar a los guerrilleros y ante ello empezaron a disparar, aunque ahí se produjeron todas (6) las bajas del ejército. También, los guerrilleros cometieron un fuerte error, que detrás de ellos había una explanada de 2 km de largo antes de internarse en la Sierra, donde sería muy fácil matarlos.

El saldo del ataque fue de 6 soldados muertos, 10 heridos, y 8 guerrilleros muertos, entre ellos Arturo. Los 8 cuerpos fueron recogidos por los soldados y paseados por la ciudad en un camión, como escarmiento. Los familiares los colocaron en unas bolsas negras, para llevarlos a la ciudad de Chihuahua, pero el gobernador Práxedes Giner Durán, que se había trasladado a Madera, ordenó que se abriera una fosa común y ahí se enterraran. Los soldados, en contraste, recibieron sepultura con honores y funeral militar, y además fueron bendecidos por el cura de la ciudad, Roberto Rodríguez Piña que se negó a hacer lo mismo con los cuerpos de los guerrilleros.

«¿Querían tierra?, ¡échenles hasta que se harten!».
Práxedes Giner Durán mientras lanzaban los cuerpos a la fosa común.

El gobernador no podía olvidar el desafío que le lanzaron los guerrilleros meses antes:

«Nos gustaría verlo acá en la sierra, al frente de sus tropas, para que se convenza de un par de cosas: es fácil mandar soldados a la muerte; es fácil lanzar insultos a las maestras y a los estudiantes ahí en su oficina, valiéndose del cargo que tiene. Lo difícil es empuñar un arma, introducirse en la sierra y hacernos frente».[5]

Referencias: autor desconocido.
Nota de prensa. www.madera1965. www.madera1965.com.mx2004. Wikipedia