Por: Rosalío Morales Vargas
Desde esquinas indómitas del mundo,
animosa camina la utopía
a contrapelo de ventiscas montaraces,
y no podrán nublar sus horizontes
los fieros arañazos
de la apatía y el fatalismo.
A dentelladas
crujen en las tinieblas los murmullos
del aleteo de buitres sigilosos,
tratando de apagar la flama ardiente
del lampadario rutilante
de luces que titilan porvenires.
Hilando sus tejidos arabescos
en la lívida lejanía de una quimera,
trastabillando en vértigos rugosos
y en los relentes fríos de madrugadas,
no cede la esperanza
en medio de furiosos huracanes.
En fértiles ideas y otras miradas
donde no existan sujeciones ni grilletes
con raudas alas alza el vuelo
a escrutar formas armoniosas
para sentipensar de otro modo
el «inédito viable» postergado.
Un mundo nuevo no se construye sin soñarlo,
sin evocarlo, sin sentirlo;
aún se encuentra lejos
mas se goza el vibrante itinerario,
para en sus muelles atracar un día,
y poner pie en tierra liberada.
Esa brújula apunta hacia lugares
donde se esfumen sentimientos de egoísmo,
se evaporen pesares de infancias maltratadas,
se desintegre el velo de misóginas violencias,
se viva en armonía con la Madre Tierra,
y donde todo el orbe arrulle primaveras.