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Aprende en Casa y la ciencia de salir del paso en la política educativa

Dr. Arturo Gutiérrez Lozano. Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional del Estado de Chihuahua, Campus Juárez.

A dos años del inicio del confinamiento y distanciamiento social ocasionado por la emergencia sanitaria de la COVID-19 que mantuvo a alumnos y docentes de todos los niveles educativos en sus hogares, es importante reflexionar su impacto en los procesos de enseñanza aprendizaje ¿qué aprendimos, qué sigue igual y qué cambió en la educación básica? Son preguntas que deben de guiar este regreso a la presencialidad, para recuperar los procesos de enseñanza y aprendizaje, los perdidos, los alcanzados y los esperados.

A mediados del siglo pasado Charles Lindblom publicó un texto llamado La ciencia de salir del paso, en el que desarrolló un modelo de toma de decisiones en materia de política pública en el que describe cómo los tomadores de decisiones registran las experiencias anteriores para conocer y prever las consecuencias de las decisiones tomadas previamente. Señala que al momento de tomar la decisión de cuál política implementar, el administrador público “elige simultáneamente una política para lograr ciertos objetivos o los objetivos mismos, centra su atención en valores marginales o incrementales”, desde esta mirada teórica podemos analizar el regreso a la normalidad educativa y el olvido progresivo de las tecnologías en el proceso educativo dentro del aula.

El traslado urgente de los servicios educativos a los diferentes espacios implicó generar una serie de respuestas para evitar una crisis mayor, la respuesta del Programa Aprende en Casa I, II y III; evidenció la rigidez de los planes y programas de estudio, que no contempló contextualizar las estrategias y actividades a cada situación escolar, de aprendizaje o de trabajo docente. El aprendizaje planteado en la estrategia gubernamental siguió una serie de supuestos establecidos para dar continuidad al ciclo escolar, que no tenían vinculación con la realidad de la escaza conectividad existente en los hogares de la mayoría de los mexicanos. Se subestimó, por ejemplo, el escaso acceso a computadoras en los hogares o que en su mayoría la conexión al internet se realiza por medio de teléfonos celulares mediante modalidades planes de datos limitados, lo que no permite la conexión diaria a las clases virtuales. 

El confinamiento, si bien, tomó por sorpresa al Sistema Educativo Mexicano, tuvo un impacto mayor en los docentes públicos con poca capacitación y manejo de competencias digitales debido a una larga ausencia de formación inicial adecuada y cursos de capacitación en la materia, lo que implicó un reto doble, aprender y adquirir las habilidades necesarias para el manejo de plataformas a la par de acompañar a los grupos en la inmediatez de una infraestructura digital pública casi inexistente y que en ambos casos quedó como responsabilidad individual.

La pandemia cayó como balde de agua fría a los planes educativos del actual gobierno, que se vio obligado a realizar pequeños ajustes a sus ambiciones de distanciarse de la Reforma Educativa del sexenio de Enrique Peña Nieto; pequeños, porque en los dos primeros años del gobierno no propusieron modificaciones de fondo que implicaran una dirección más allá de nuevos nombres para las mismas prácticas. 

 

La llamada a la empatía de los docentes para con los alumnos y sus familias por las escazas condiciones de conectividad fue un eufemismo, desde la mirada de los docentes este llamado fue utilizado para encubrir la flexibilización y desregulación de la jornada sin remuneraciones extra ni apoyos técnicos o formativos para la realización de su trabajo. La falta de medios facilitados por el sistema educativo, relativo a materiales y conectividad para alumnos y docentes complicó el acceso de los primeros a procesos sincrónicos completos, debido en gran medida a que en la mayoría de los casos la conexión de muchos alumnos se hacía vía un teléfono celular lo que impedía el acceso a presentaciones y/o proyecciones realizadas en las plataformas utilizadas por los docentes, lo que limitaba el acceso a los contenidos y temas tratados.

Finalmente, la escaza innovación de las tres etapas del Programa Aprende en Casa, nos dejan ver un programa centrado en la transmisión de información más no de conocimientos. Como toda política incrementalista, ésta tuvo un fuerte componente fiscalizador de la actividad docente en un contexto en el que la administración centralizada del sistema educativo no dio cuenta de las necesidades de los contextos, carencias y necesidades de las y los alumnos, ni de las y los docentes.

La educación a distancia en estas condiciones quedará como un ejercicio anecdótico que no impactará en la transformación de la educación pública mexicana, pues no estableció un nuevo modelo de atención al alumnado ni de innovaciones didácticas solo traslado los contenidos de los planes y programas al espacio virtual si mayores modificaciones. De igual forma, la transmisión de la custodia de los alumnos y el seguimiento del progreso de los alumnos se encomendó a padres de familia que en su mayoría no podían ocuparse de esto por su trabajo o la ausencia de equipos de conexión a internet. 

La ciencia de salir del paso describe el andarse por las ramas en lugar de atacar los problemas de raíz, las dificultades experimentadas por docentes y alumnos durante el confinamiento y el regreso escalonado deberían servir de base para identificar nuevas estrategias para garantizar que el regreso a la presencialidad educativa no signifique regresar a “la misma escuela”, aquella de antes del confinamiento.

 

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