¿Pagar inscripción en escuelas públicas?

Por: Profr. José Luis Fernández Madrid

El sostenimiento de las escuelas se divide en públicas y privadas, eso es sabido por todos, sin embargo, en ocasiones esa gran diferencia pretende hacerse equiparable, como si las circunstancias entre el tipo y las características de ambas fueran iguales. Es verdad, las propias leyes educativas las rigen  y sus preceptos deben ser acatados por las dos, no obstante, la diferencia es abismal.

En estas precisas fechas en que se acerca el inicio de un nuevo ciclo escolar, se retoma la incertidumbre para las escuelas públicas acerca del cómo afrontarán los compromisos económicos relativos mantenimiento, reparación y/o renovación de sus instalaciones, por ello, reviste primordial importancia el hacer conciencia entre los padres de familia sobre la trascendencia de su aportación voluntaria.

Desafortunadamente, a la fecha, existen voces que invitan a no pagar dichas cuotas establecidas por cada asociación de padres de los distintos centros educativos; dichas voces esgrimen el absurdo argumento de que “para eso está el Gobierno” para mantener en buen estado a las escuelas. Aún recuerdo por ejemplo, a un partido político representado por un tucán que se vanagloriaba por “haber propuesto” semejante barbaridad.

Razón tendrán en sus superficiales apreciaciones, pero en la realidad, no hay dinero público que alcance para tener en óptimo estado cada centro escolar, por ello se requiere el invaluable apoyo de los padres de familia. Es inverosímil pensar que  a alguno de ellos le desagrade o incomode que el que sus hijos o hijas sean educados en salones con el clima adecuado para mitigar el agobiante calor o el intenso frío, que cuenten con domos que les brinden la refrescante sombra en las áreas comunes, que no falte el agua por contar con tinacos, por tener dispensadores del vital líquido que sacie su sed, que la escuela tenga insumos para que se encuentre limpia e higiénica, que los maestros de clases especiales les provean de los materiales deportivos, musicales o de arte para llevar a cabo su labor educativa, que no les falten puertas, ventanas o vidrios a sus salones, y así un largo etcétera.

Es verdad, aún y cuando los montos de las cuotas no son estratosféricas, existen muchos padres a los que se les dificulta asumir ese costo, se entiende, se comprende, nadie en su sano juicio los condenará. La petición, casi súplica y el llamado a la persuasión va enfocado a quienes sí pueden bajo la premisa de que todos formamos parte de una comunidad educativa y los beneficios no son para exclusividad de los docentes o directivos, sino en primera instancia para los estudiantes, con la plena confianza de que las normas exigen a todas y cada una de las instituciones educativas total y plena transparencia en su manejo vía informes, rendición de cuentas y auditorías.

En estas épocas, quizá invitar a dejar de consumir por un rato bebidas espirituosas regidas por el Dios Baco, pueda ser un buen motivo para que así quede  un remanente que se vaya a las finanzas de las escuelas.