Por: Rosalío Morales Vargas
Un infecto tufillo a bandidaje
deambula por el mundo del dinero,
es un soez grillete de patíbulo,
contemporánea esclavitud,
vasallaje posmoderno,
alcabala neocolonial,
aciaga pesadilla del expolio.
Una noche usurera extiende sus tentáculos
para asfixiar con su estribillo de indecencia:
¡ Cumplan con su responsabilidad!
¡ Paguen puntualmente!
Insolentes se abren las acequias
y fluyen lágrimas, sudor y sangre.
No quieren percatarse que en otros tiempos idos
se han obturado las compuertas
de la savia vital de nuestra casa,
para impedir el avasallamiento
de la voracidad de lobos expectantes.
Así se hace el pedestal
a las estatuas de soledad y desaliento,
que mantiene en escombros las paredes
y el mal sabor de un tiempo huraño.
Desde el oscuro socavón de las covachas,
en el surco reseco de los campos,
en las barracas donde se hacinan las mujeres,
en los talleres con olor a encomendero,
se trabaja, se trabaja. ¿ Para que?
Para que el financiero engorde su cartera.
Sin embargo, también en estos lares moran
los destellos apenas perceptibles,
de una marcha insurgente en la vereda;
cómo la yedra crece un descontento asordinado,
el rumor de un volcán que se agita desde el fondo.
¿ No escuchas el murmullo de coraje y rebeldía?
¡ Una revolución se incuba desde abajo!