Por: Rosalío Morales Vargas
La atmósfera cargada de aflicción,
la población ralámuli en tristeza,
una justicia ausente, escurridiza,
ulula un viento lúgubre en la sierra.
Aires de pesadumbre y desconsuelo
por olas criminales de violencia,
las manzanas podridas heredadas,
las páginas de horror que no se cierran.
El agobiante clima enrarecido
por inicuos caminos serpentea,
la flema y la pachorra nos aplastan,
la impunidad se muta en desvergüenza.
Gestada en largo tiempo de ignominia,
la podredumbre asoma la cabeza,
a sus anchas deambula pues se cubre
con mantos de maldad y connivencia.
Cuando el clamor del pueblo sea un eco
que retumbe en oídos y haga mella,
el apático espíritu y quietismo
se trocará huracán en turbulencia.
Las cuitas, los pesares y las penas,
se tendrán que salir por una puerta
de acción comunitaria iluminada
por la lucha en plena incandescencia.