Por: Profr. José Luis Fernández Madrid
Al parecer el título del presente es el grito de lucha que muchos agremiados a una organización sindical, por costumbre o hábito, tienen en mente cuando se trata de una relación obrero-patronal.
No obstante, los cambiantes tiempos actuales obligaron a que el viejo sindicalismo de la cerrazón y el radicalismo quedaran atrás, promoviendo ahora, posturas sindicalistas ecuánimes, pensantes y principalmente, de diálogo y concertación.
Es una verdad inocultable que ambas partes tienen o pueden tener opiniones opuestas, puntos de vista divergentes, los dos, por obvias razones pretenden defender sus propios intereses; es insoslayable que esto suceda en dicha relación, no obstante, el recurso principal para la obtención de acuerdos y compromisos es la comunicación constante y la apertura de una mentalidad centrada exclusivamente en el beneficio colectivo.
Radicalizar posturas para evidenciar quién tiene la razón en un desacuerdo laboral es el ingrediente perfecto para que nadie logre algo beneficioso, de ambos lados. Por ello, es menester erradicar de la cultura gremial el hecho de que estar en constante plática con la parte patronal no es abyección, no es tibieza, no es inacción, no es someterse a sus designios, al contrario, es una muestra de civilidad y cordura para conservar los beneficios y en su caso, lograr otros tantos más para los agremiados.
La “vieja escuela” de vociferar, de agredir, de chantajear y amenazar de que sí o sí se cumplan a veces hasta caprichos de los dirigentes ya no es el camino, la nueva realidad indica que esos métodos sólo servían para utilizar a los agremiados como carne de cañón para el logro de objetivos muchas veces incomprensibles o particulares.
Cierto es que la propia génesis de un sindicato señala y mandata a éstos a la defensa irrestricta de los derechos y prestaciones obtenidas y ganadas a pulso, eso no se niega y debe de exigirse sin temor ni recato alguno, con valentía, pero sobre todo con la fuerza de la verdad, la razón y la ley en la mano; el sindicalismo vive gracias a su base a quien finalmente se deben los dirigentes.
Las formas en que se lleven a cabo las negociaciones son las que deben de ser distintas a las que tradicionalmente se venían practicando, dichas maneras serán los cimientos para la obtención de más y mejores derechos y el respeto a los ya existentes.
Posturas firmes, con argumentos, con la fortaleza que las propias normas ofrecen es lo que se espera y busca, sin embargo, si la nueva mentalidad sólo se da por una de las partes, es impensable que no se exijan caminos distintos a los deseables.