Por: Mtro. José Luis Fernández Madrid
Increíble resulta que ante la peligrosa situación pendémica en la que nos encontramos, algunos padres de familia salgan a pedir el regreso a clases presenciales.
Se entiende que las motivaciones son estrictamente económicas y no de salud, ya que resulta obvio que ésta es lo que menos les importa a los escasísimos manifestantes que irresponsablemente solicitan se abran “sus” escuelas y no “las” escuelas. Por ello, definitivamente deberían de ser más específicos y pedir que sean abiertas solamente las escuelas particulares, puesto que el negocio se acaba al bajar la matrícula, si lo hicieran sería éste un buen ejercicio de honestidad de su parte.
Presionar a las autoridades a que sobrepasen sus facultades y atribuciones ignorando las recomendaciones de los especialistas en la salud pública es más que un despropósito, es un chantaje; utilizar a niños y niñas, así como jóvenes menores de edad para el logro de sus intereses comerciales, además de medidas desesperadas, es insultante, criticable, condenable.
¿Qué maestro en su sano juicio expondría a sus alumnitos a ver mermada su salud? Ninguno. Quien lo haga quizá le merezca replantearse su labor.
¿Quiénes se atreverían a arriesgar a sus niños y niñas por motivos de negocio? Nadie. Quien lo pretenda, tal vez deba analizar su vocación.
Los argumentos esgrimidos por quienes alzan la voz para abrir sus escuelas no pasan el más mínimo nivel de análisis ni debate, por eso sólo les sirve usar la estridencia más no la razón en sus consignas.
Si esta terrible enfermedad nos ha traído algo positivo es la oportunidad de tener a nuestros hijos en casa, de convivir con ellos, de ayudarles con mayor vehemencia en sus tareas y actividades escolares, conocerlos aún más de cerca, disfrutar su compañía, sí, implica un esfuerzo extraordinario, no se dice que sea fácil pero finalmente son nuestros hijos y cualquier esfuerzo vale la pena por ellos.
Que las escuelas se abran cuando sea posible, cuando los niños, padres de familia y maestros y maestras estén seguros y en las condiciones adecuadas, no antes; previo a ello, los y las docentes siguen, al igual que siempre, con convicción, vocación y compromiso trabajando sin horario al doble o triple.