Por: Rosalío Morales Vargas
Siete giros ha dado la tierra en torno al sol;
no aciertan a sanar las heridas tan profundas,
la desolada noche de Iguala es un crisol,
ahí se amalgamaron vesanias nauseabundas.
Se nos ha enronquecido la voz de tanto hablar,
de recurrir a huérfanos gritos de justicia,
por salir del suplicio, obstruir el hontanar,
el hervidero de falsedades y estulticia.
Es un peregrinaje en vaguadas de mutismo,
donde a veces azota la amnesia colectiva,
silencio atronador que no impide el optimismo
de seguir en la lucha sin ir a la deriva.
A orillas del dolor, el coraje y la congoja,
el tiempo se detiene en el borde de la angustia,
pesa la ausencia, mas en palmaria paradoja
se sufre con decoro y el alma no se amustia.
Perdura como vaho mefítico y dañino
el bacanal de velos que oculta la verdad;
jamás desvanecer la esperanza es el camino
así se arribará al cenit de dignidad.
No amaina el frenesí de la lluvia tempestuosa,
pero el ánimo y brío del espíriru levanta
a la osadía robusta, alegre y poderosa
que en tiempos de tormenta resiste y se agiganta.