El charrismo sindical

Por: Profr. José Ángel Nava

Hace no mucho tiempo, cuando el lienzo de la Deza y Ulloa era ocupado por el charro en turno, la fiesta se llevaba con escaramuzas moderadas ya que el portador del traje de gala cabalgaba aún entre pasillos y se dignaba recibir en su oficina a uno que otro de los maestros de a pie.

Pero los dos últimos charros de la cuadra 42 no cabalgaron más por los pasillos y sólo se dedicaron a hermosear sus caballerizas particulares y a dotarlas de finos ejemplares dignos de ser utilizados en actividades terapéuticas, bueno, al menos el penúltimo que al despojarse de su atuendo se dedicó a otros menesteres igual de redituables pero sin dejar de ser charro y ahora montado en uno de sus hermosos ejemplares se dispone a incursionar en el campo ecuestre en la práctica del salto de obstáculos; los espectadores con cierta incertidumbre esperan ver si logra su objetivo en el intento de su último salto y poder retirarse sin ser sancionado por un juez que le marque falta y le impida terminar el recorrido.

El último charro de la misma cuadra 42, logró por influencia vestir ya sólo el sombrero pues el traje le quedó demasiado grande y a falta de caballos se dedicó a ocupar el LUGAR, solo (como decía hace tiempo un anuncio televisivo) POR EL PLACER DE SER.
Es en la historia del lienzo el peor charro que ha pisado el escenario, el más oscuro, el más nefasto, pero tal vez el primero o segundo mejor acomodado económicamente y sólo permanece a la espera de que el sustituto sea también del mismo equipo para que le cuide el changarro sin peligro de que salga a la luz el desaseo que dejó.

Mientras la gente pide a gritos ¡fuera! ¡fuera!, fuera todo el equipo charreril; por una calzada cercana, un remedo de charro trata de sobresalir, impulsando a quien pretende sea la sustituta y para poder vender su imagen, ayudado por gente sin moral, la han vestido de gala para el ya próximo festival.

Nos veremos en la siguiente escaramuza donde se auguran sorpresas y nuevas suertes de la fiesta charra.