Desaparición por motivos de conciencia

Por: Rosalío Morales Vargas

¡Se buscan militantes de esperanzas
en un desierto lleno de oquedades!
Hoy es el día de la memoria,
de la presencia ausente, ubicua y lacerada
que no ha languidecido con el tiempo.

Se ha prolongado eternidades el rastreo,
entre caóticos rituales de vileza,
larvados y crecidos en las cloacas
del poder arbitrario, cínico e impune;
por los recodos
de las infames galerías del silencio,
pues desaparecieron
dejando sólo señas desleídas,
de cuyas limitadas pistas y vestigios
apenas se perciben sus pálidos destellos;
y aunque con insistencia sus huellas se han seguido,
no sabemos de cierto donde están.

Pero no existen dudas, fue el estado
que con saña inaudita construyó
con una herencia repulsiva de crueldad,
esa sórdida zona de tinieblas,
que habita en las viscosas cañerías
y laberintos del poder rampante,
en los sótanos del oprobio y la violencia
no despejados todavía,
de la pulsión de opacidad y de exterminio.

Fue la captura y detención el preámbulo ominoso
de una larga cadena de agravios infamantes,
cuando el coro sombrío del exceso y el abuso,
festinó la tortura y los flagelos,
en donde cargamentos de dolor,
se transportaron en los rieles despiadados
que conducían hacia el tormento en la cárcel clandestina,
a la picana y al pocito,
a la capucha impúdica, a la injuria y al desprecio.

Pero l@s insurgentes no rindieron sus banderas
y desafiaron el hedor del miedo,
oculto y emboscado en el rincón de la ansiedad.
La búsqueda persiste
en pos de la alborada del mañana,
aun si nuestros andar
se torna lento con el paso de los años,
y es que al arrullo acompasado de unas voces,
se recrea el camino a la verdad,
pues la distancia no logró
horadar los recuerdos entrañables
y puede la perseverancia más
que el sopor de las nieblas del olvido.

Reconocemos que otras manos
recogerán las mieses
sembradas en el surco del decoro,
para que las generaciones del futuro
aspiren a un posible mundo nuevo.