De la promoción automática a la promoción acompañada

Por: Profr. Rogelio Javier Alonso Ruiz

La promoción automática no es una medida adoptada a partir de la pandemia. Las normas vigentes de control escolar establecen que en preescolar y en los dos primeros grados de primaria la promoción requiere únicamente haber cursado el grado. Es decir, se contempla la promoción sin acreditación (calificaciones de asignatura y promedios de grado mínimos aprobatorios). Sin embargo, en el ciclo escolar 2019-2020, la medida se extendió por toda la educación básica y para el actual se espera que suceda lo mismo (t.ly/KwDI). 

La promoción automática está fundamentada sobre todo en las dificultades para la participación de los estudiantes en las actividades escolares, así como para la valoración de los aprendizajes en  las condiciones de aislamiento. Mientras la evaluación de los aprendizajes no pueda garantizar información suficiente y confiable, la autoridad ha determinado no detener la trayectoria escolar de los alumnos. No obstante, parece inadecuado que haya insistido en calificar, con expresiones numéricas, a los estudiantes durante la pandemia.

No se debe soslayar, sobre todo considerando que se ha adoptado en dos ocasiones, que la promoción automática aumentará la proporción de alumnos que sin consolidar los aprendizajes elementales avancen de grado o incluso de nivel (situación ya alarmante previo a la pandemia).  Sin embargo, considerando la efectividad de la estrategia educativa a distancia, la no promoción para buena cantidad de estudiantes podría también tener efectos muy adversos, por ejemplo, sobre los niveles de extraedad grave, fenómeno mayormente presente en las escuelas de contextos vulnerables o sobre el abandono, motivado frecuentemente por el fracaso escolar, asociado éste a la repetición de grado.

Sin pretender discutir sobre la efectividad de la repetición en el remedio del rezago a gran escala, se deben tener en cuenta los posibles efectos de la promoción automática ya en dos ciclos escolares. Aunque hipotético y quizá exagerado, podría darse el caso de un alumno que cuando reabran las escuelas llegue a quinto grado sin haber acreditado ninguno previo: los dos inmediatos anteriores por la pandemia (tercero y cuarto), además de primero y segundo de primaria y el preescolar, como lo permite la norma. Si bien el caso parecería extremo, debería servir para ilustrar la magnitud de las repercusiones que en el aprendizaje podría alcanzar la promoción automática.

Esta medida ha generado polémica entre el magisterio. Existen inconformidades al percibir que la disposición solapa a aquellos que, teniendo las condiciones adecuadas o desaprovechado las alternativas que proveyeron los docentes, no participaron en las actividades a distancia. Tienen razón los maestros al expresar su malestar ante casos de indiferencia, aunque cabe decir que no serían atribuibles necesariamente a los menores.

No hay duda que será más intenso el flujo de alumnos que avancen sin consolidar aprendizajes mínimos de acuerdo al grado. Sin embargo, como se ha dicho, retenerlos podría significar una catástrofe todavía mayor: a la recuperación de los aprendizajes se añadirían problemas como la extraedad o incluso un incremento del abandono escolar. Ambas posturas pues comprenden riesgos y desafíos que será necesario asumir.

Ante la promoción sin acreditación, es evidente que se requerirán procesos extraordinarios de recuperación de los aprendizajes. Hasta el momento, la autoridad educativa ha trazado algunas líneas generales en este sentido, señalando, en el plan de retorno presencial, a la realización de la evaluación diagnóstica como una de las actividades prioritarias. Asimismo, se maneja todavía extraoficialmente que en el calendario escolar se destinarán los tres primeros meses a un proceso extraordinario de nivelación académica.  No obstante, parecerían necesarias más acciones para profundizar en esta empresa, ya sea por parte de la autoridad educativa o de las comunidades escolares, tales como la simplificación de los propósitos y contenidos curriculares, la reducción de asignaturas o bien la conformación de mecanismos especiales para la tutoría individualizada, que podría incluso comprender personal adicional (becarios, prestadores de servicio social, acuerdos con instituciones de educación superior, etc.).

La promoción automática generalizada, aunque no sea deseable, parece que es necesaria dadas las circunstancias actuales. Si bien aminora riesgos relacionados con el abandono, la matriculación oportuna o la extraedad, implicará definitivamente un esfuerzo considerable para toda la comunidad educativa. Ya en otras regiones del continente se ha enfatizado que no se debe percibir a esta medida como una promoción automática, sino como una promoción acompañada. Aunque parecería una mera sustitución de adjetivos, ésta implica una reconsideración de la acción. Así pues, la valía dependerá de lo que se haga a partir de su implementación: si se vuelve a la escuela como si nada hubiera pasado, se estará comprometiendo el futuro educativo de millones de estudiantes. Si el pase de grado es una excusa para maquillar el impacto en los aprendizajes, los efectos a largo plazo podrán ser devastadores para toda una generación.

*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía. 

Twitter: @proferoger85