Por: Profr. Manuel Arias Delgado
Hoy me di tiempo de recordar a mi padre, Daniel, y logré evocar con claridad su perfil.
Era amoroso sin llegar a desbordarse. Quizá por lo numeroso de su prole: tres hijas y seis varones.
Seguro que sufría junto a mi madre nuestras precaridades pero nunca dio paso a la derrota. Su cara siempre fue la imagen del optimismo.
En alguna parte de su alma tenía escondida una pequeña bolsa con ziper reforzado donde guardaba sus tristezas. Luego que las aprisionada ahí, tomaba su guitarra y se dirigía a cantar a las cantinas de mi pueblo. El trío que formaba con Jesús y Vicente, también reflejaba por influencia de mí padre, la alegría que demandaban quienes pagaban la música.
Era un verdadero Garrick, aquel personaje del poema «Reír llorando» de Juan de Dios Peza.
De lunes a sábado nunca mostró temor de arriesgar su vida cuando se internaba en los socavones de la mina en donde lo explotaban, pues a cambio de su jornada intensa y peligrosa le pagaban una miseria que destinaba íntegra al sustento de su familia. Regresaba a la casa con su cara llena de alegría, después de esconder en aquella bolsita de ziper reforzado, su rabia de obrero malpagado.
A su regreso, se daba tiempo de cantarle a mi madre y de dedicarme algunas lecciones de donde aprendí el primer tun-data, tun-data con sus elementales tonos de primera, segunda y tercera.
Nunca lo vi descuidado en su persona y le gustaba ponerse en los domingos su único traje que mi madre, afanosa, le limpiaba con un cepillo impregnado de gasolina. Recuerdo que ella le acomodaba el nudo de la corbata y le daba un beso como deseo de que le fuera bien en la «cantada »
Aún en las postrimerías de su existencia, postrado en su cama como consecuencia de los estragos de la mina, desde ahí, desde su último lecho, me invitaba a que cantáramos, y que yo lo acompañara con la guitarra pues él estaba impedido debido a su estado de salud. Puedo decir que mi padre murió cantando, dándonos ejemplo de que incluso a la muerte se le puede recibir con alegría diciéndole: » Aquí estoy, ven por mi, no te temo porque he cumplido mi deber y he sido lo que yo he querido. Ven, tomémonos de la mano y vayámonos cantando»
Feliz día del padre hasta donde estés, aunque sobra que te lo diga porque tú mismo siempre fuiste la personificación de la alegría aunque en el fondo, muy escondidamente, fuiste como Garrick.