Por: Abelardo Carro Nava
En los últimos días ha aumentado el debate sobre el regreso a clases presenciales en nuestro país. La carrera política por ver quién regresa primero comenzó en el estado de Campeche y, de ahí, algunas entidades han hecho lo propio o, como en el caso de la Ciudad de México, han anunciado que los alumnos y profesores estarán de vuelta en las aulas el próximo 7 de junio.
Curioso es como, muchos medios de comunicación, a diario difunden sendos reportajes en donde se observa a padres de familia, personal docente, administrativo y de apoyo a la educación, con cubeta, escoba y trapeador en mano, realizar actividades de limpieza, desinfección y rehabilitación de algunos espacios físicos con la finalidad de que los estudiantes, a su regreso, encuentren una institución que brinde las condiciones, mínimas e indispensables, para que se prevenga un posible contagio por el virus ya conocido. ¿Por qué no se difunde el estado en el que se encuentran estas instituciones derivado del escaso presupuesto que reciben cada año para habilitar o rehabilitar su infraestructura educativa?, ¿quién aporta los recursos económicos para esa limpieza y desinfección?, ¿son suficientes los kit’s que los gobiernos de las entidades distribuyen para este propósito consistentes en 4 litros de cloro, tres de ácido muriático, dos de jabón líquido, escobas y trapeadores, cuya duración debe ser, al menos, de dos a tres meses?, ¿por qué los padres de familia y maestros deben asumir los costos de estos insumos para cumplir un anhelo político y económico?, ¿cuál es el papel de Estado en estos asuntos?
Sí, la imagen de una madre de familia con una escoba en la mano y con los pies mojados por el agua que permite el aseo de un salón de clases vende, y vende muy bien una idea romántica sobre este regreso a clases. Los medios de comunicación lo saben, los políticos y gobernantes de sobra lo conocen, pero la obligación de éstos últimos, difícilmente se proyecta en el televisor o en otros espacios informativos.
Sí, se habla de la urgente necesidad de que los alumnos vuelvan a las escuelas; se argumenta que es necesaria la socialización entre pares porque favorece su desarrollo; se afirma que los aprendizajes no se han logrado como tendrían que lograrse dada la educación a distancia y virtual que la misma Secretaría de Educación Pública (SEP) promovió a través de cuatro televisoras nacionales y por las cuales se desembolsaron más de 400 millones de pesos; se reafirma la necesaria revaloración de la educación y el aprendizaje como pilares de la sociedad; se asegura la conformación de comités de salud para que den vida a un filtro que permita prevenir contagios entre los distintos actores educativos y no educativos.
Sí, de todo esto se habla, pero no del abandono del que han sido objeto las escuelas por parte de los distintos gobiernos que han despachado desde Palacio Nacional, incluyendo el que se encuentra en estos días por esos lares.
Al fin de cuentas hemos aceptado, que las “aportaciones voluntarias” que anualmente realizan los padres de familia se destinan en la educación de sus hijos hecho que, indudablemente ha propiciado, que el Estado, progresivamente, haya dejado de garantizar que los materiales didácticos, la infraestructura educativa, el mantenimiento y las condiciones de su entorno (art. 3º Constitucional), sean las más idóneas para todos.
Por su parte, el magisterio, o buena parte de éste, ha hecho su parte. En la medida de sus posibilidades ha apoyado a sus estudiantes. En efecto, es parte de su quehacer docente, pero sus acciones van más allá de lo que representa o significa un contrato, y en ello, probablemente estemos de acuerdo.
Curiosamente, una profesora en estos días despacha desde la silla que alguna vez fue de Vasconcelos. Curiosamente, sabedora de estas y otras demandas y necesidades que prevalecen en el Sistema Educativo Nacional, favorece el próximo regreso a clases anteponiendo el interés económico y, obviamente, las indicaciones del presidente que la colocó en esa silla. Curiosamente, en las entidades de la República Mexicana se observa el mismo panorama; se sigue una línea que no brinda un regreso seguro a las aulas sino, más bien, una carrera política por demostrar que uno es mejor que el otro y viceversa.
Cierto, el proceso de vacunación de magisterio avanza en cada uno de los estados, pero ¿esta inoculación elimina toda posibilidad de un posible contagio en las escuelas?
Hace unos días, Rodolfo de la Torre, a través de su cuenta se Twitter escribió: “La ilusión de dejar atrás la crisis de la pandemia es poderosa, pero falsa y de lo más oportunista”, y no se equivoca. Distintos gobiernos han soltado una avalancha de ilusiones con el propósito de venderle, al pueblo, la idea de que la crisis sanitaria ocasionada por la pandemia está superada, y no es cierto.
Ojalá, estos gobernantes, pudieran responder para qué regresarán los alumnos a las escuelas. Obviamente que tal cuestionamiento, tiene que ver con un plan educativo que responda a múltiples cuestiones de esta y otras índoles, pero, desafortunadamente, ni la SEP ni los gobiernos locales cuentan con ese plan que desde hace mucho tiempo lo solicitamos, y hoy, a escasas semanas de que culmine el ciclo escolar 2020-2021 sigue siendo un misterio, y lo que es peor, ya les urge abrir las instituciones educativas.
¿Regreso gradual y voluntario? Ahí está el detalle.
¿Para qué, quiénes y por qué? Ahí está una narrativa poderosa y por demás oportunista.