Por: Profr. Eduardo del Val
El ajedrez es un juego que se desarrolla entre dos personas en un tablero con dieciséis piezas que se pueden desplazar hacia determinados lugares y con cierta intencionalidad, siempre respetando las reglas del juego. Cada jugador tiene su propio estilo y sus propias jugadas para lograr ganar, aquí se inserta la capacidad psicológica de cada jugador para poder impactar y crear cierta incomodidad en su adversario para lograr que cometa algún error, y, en consecuencia, poder avanzar poco a poco hacia la victoria.
En el juego del ajedrez siempre están presente los espectadores o seguidores que están observando el juego permanentemente. Se encuentran siempre a la deriva, esperando cuál será la siguiente jugada que realizará el jugador de su preferencia para llegar al triunfo.
Del mismo modo, el ser humano se mueve cotidianamente sobre un entablado que le ofrece un sinfín de posibilidades en esta vida. En esta analogía que se presenta como un juego de ajedrez, están implícitas las emociones, las personalidades, los intereses personales de cada jugador o de cada grupo, ya que cada quien tiene su propio estilo de juego. En algunos existen angustias, osadías, resignaciones y torpezas al momento de realizar determinada jugada. Asimismo, en ellos se encuentran la inseguridad y la obstinación al mover caprichosamente alguna pieza, aun conociendo que esa jugada le dará el gane al adversario.
En este juego del ajedrez de la vida, hay que reconocer a los maestros y maestras como agentes fundamentales en la transformación educativa y social, pero también hay que reconocer que en la actualidad hay un gran número de docentes contrariados con la poca o nula respuesta encontrada en la dirigencia sindical al no brindar solución a los problemas que enfrenta Pensiones Civiles del Estado, así como, por la pérdida de los derechos laborales que ha sufrido el magisterio, como consecuencia de las negociaciones de dicha dirigencia ante la mal llamada Reforma Educativa.
Definitivamente, el ajedrez de la vida es tan siniestro y personal, ya que al concretar los pensamientos en un tablero de ajedrez o en la cotidianidad de la vida, se revelan las pistas de intimidad de los jugadores, de sus pretensiones personales viles y descabelladas que venden y engañan a sus propios espectadores con miradas, sonidos y abrazos. Justo aquí, es donde cada uno se debería de contestar si se percibe la compleja idea de estar en un juego donde no hay ganador, ya que los ajedrecistas representan a la misma facción y juegan el mismo juego.
Lo peor del caso, es que así es como se visualiza la participación política de los maestros y maestras hacia la próxima elección o renovación de la dirigencia sindical de la Sección 42 que se encuentra casi acéfala.